Thursday, June 25, 2020

Apuesta estratégica (hemisférica para un mundo multipolar)
Rubén M. Perina
La nueva realidad geopolítica se asemeja al sistema multipolar competitivo.
El mundo interdependiente y globalizado en que vivimos enfrenta diariamente desafíos “intermésticos” (parte internacionales y parte domésticos), que requieren una respuesta colaborativa y colectiva. La pandemia actual es un ejemplo. Otros son los desastres naturales, el terrorismo, el narcotráfico y trato de personas, la corrupción y el lavado de dinero, los ataques cibernéticos, la deuda externa, la proliferación nuclear, las tiranías con sus refugiados y exiliados.
Después de la Guerra Fría, este mundo contó con el liderazgo de EE.UU. y la hegemonía del mundo liberal; o sea con el predomino de la alianza de países comprometidos con la democracia, la libertad, el capitalismo y el libre comercio. Hoy esa hegemonía está mutando.

Mundo Multipolar. Insólitamente, en una generación hemos pasado de un orden mundial bipolar de la Guerra Fría (1945-1990), a uno unipolar de hegemonía liberal (1990-2020), a uno crecientemente multipolar (2020-?). Un mundo compuesto de varias potencias globales y regionales. Entre las primeras figuran EE.UU. y la Unión Europea, más China y Rusia, dos emergentes potencias autoritarias/autocráticas con economías capitalistas y proyecciones militares y geopolíticas; entre las segundas se perfilan Turquía, India, Israel e Irán.

La nueva realidad geopolítica se asemeja al sistema multipolar competitivo, de rivalidad y balance de poder entre grandes potencias, que prevaleció en el siglo XVIII o XIX. En este sistema internacional, cada estado busca ante todo aumentar su poderío económico y militar con políticas unilaterales, nacionalistas y proteccionistas.

Trump, el “disruptivo”. En medio del surgimiento de este nuevo mundo multipolar llega Donald Trump a la presidencia de EEUU (2017) con su lema “America First.” Su política exterior (y doméstica) errática, disruptiva y desconcertante erosiona sus alianzas estratégicas y el multilateralismo del orden liberal que el propio EE.UU. lideró desde la Segunda Guerra Mundial y a través de la Guerra Fría. Para el desconcertado sino avergonzado “establishment” (académicos, exfuncionarios, militares), su comportamiento es una retirada no-forzada, un ensimismamiento y abandono de poder, de protagonismo y de responsabilidades.

Sus acciones más llamativa incluyen sus altercados pueriles y distanciamiento de sus aliados europeos y asiáticos; su hostilidad al multilateralismo (NATO, TPP, Acuerdo de París, OMS, Tratado nuclear con Irán); su proyectada retirada militar de Afganistán, Iraq y Siria, cediendo espacio a China, Irán y Rusia; su creciente conflictividad con China (principal socio comercial y rival estratégico) sobre aranceles, los orígenes del Covid-19 y la autonomía de Hong Kong; sus erráticas negociaciones con el dictador norcoreano Kim Jon-un y su rara amistad con Vladimir Putin --a pesar de las sanciones del Congreso por su injerencia electoral en 2016, sus anexión de Crimea y asesinato de opositores. Notoria también es su abdicación de liderazgo durante la pandemia; ni siquiera ha intentado liderar una respuesta colectiva y colaborativa.

Debilitamiento institucional en EE.UU. En su respuesta al covid-19 y a las protestas sociales por el asesinato de George Floyd, Trump se ha mostrado insensible, confrontacional e inepto. Además de mentir descaradamente, divide la ciudadanía, vilifica a los medios y sus opositores, irrespeta el estado de derecho, abusa del poder presidencial y usa modos autoritarios y autocráticos para gobernar.
La nación se ve polarizada y su institucionalidad republicana/democrática debilitada; su gobernanza se torna difícil, poniendo en duda la fortaleza de la democracia norteamericana y su capacidad de liderar la alianza internacional liberal; y aquí yace, para muchos, la principal causa de la aparente declinación de su hegemonía y del creciente desafío que le plantean las autocracias emergentes.
La tentación autoritaria y el debilitamiento institucional en EE.UU. y en algunos miembros de la Unión Europea --los pilares de la primacía liberal en el mundo-- erosionan los cimientos de la democracia liberal y de su hegemonía, y contribuyen al retorno del mundo multipolar.

Apuesta estratégica.  La retirada de EE.UU. y el abandono de su liderazgo, el distanciamiento de sus alianzas y del multilateralismo, más el debilitamiento de sus instituciones republicanas, generan incertidumbre y desconcierto sobre el futuro de la gobernanza del sistema multipolar post-pandemia, especialmente en torno a los inevitables desafíos intermésticos. Hoy es el Covid-19, pero los otros desafíos no desaparecerán por el paro existencial que exige la pandemia, sino que seguirán demandando respuestas colectivas y coordinadas.

En nuestro hemisferio el momento requiere fortalecer alianzas y/o instancias multilaterales que faciliten la cooperación y la acción colectiva para enfrentar esos desafíos y defender nuestros valores e intereses.  Para ello, la mejor apuesta es una alianza estratégica con el mundo de democracias liberales, y para avanzar en ese camino, el continente ya cuenta con genuinas instituciones inter-americanas como la OEA, el BID, la OPS y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. 

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