Monday, March 30, 2015

Organismos internacionales y la crisis de Venezuela





Infolatam
Washington, 16 marzo 2015 
Por RUBEN M. PERINA
(Especial Infolatam).- Varios ex presidentes y personalidades de las Américas han expresado su preocupación por la crisis venezolana, así como su asombro por el silencio y/o la inacción de la comunidad democrática inter-americana, y en particular de sus organismos multilaterales que tienen por misión la defensa y promoción colectiva de la democracia, como UNASUR y la OEA. La oposición política al régimen chavista clama también la “intervención” de dichos organismos para mediar una solución política a la crisis.
No es para menos, el país se encuentra “al borde del abismo”: Reina en él una profunda polarización política, marcada por marchas, enfrentamientos y hasta muertes en las calles, por la persecución y el encarcelamiento de opositores (políticos, empresarios, estudiantes), la violación a los derechos humanos, el militarismo, la concentración y el abuso del poder y de los medios. El país sufre escasez de productos básicos y de alimentos, así como recesión, inflación desmedida (80%) y desempleo. En el régimen cunde la corrupción, el enriquecimiento ilícito, el lavado de dinero, el narcotráfico, la desidia y la incompetencia.
¿Porqué entonces los organismos internacionales no asumen su responsabilidad? Varias razones:
1) Los mismos no son supra-nacionales, sino inter-gubernamentales (OIGs); o sea, su accionar depende de la voluntad de sus miembros y del estado de las relaciones entre ellos. No son autónomos, no pueden actuar independientemente. Sus Secretarios General no tienen poder real: No pueden convocar una reunión de los cuerpos gobernantes sin que la mayoría de éstos apruebe la agenda y no pueden visitar un estado miembro sin el consentimiento de su gobierno.
2) Otra limitante es que cualquier intento de mediar requiere el consentimiento del gobierno involucrado.El régimen chavista no quiere un diálogo genuino con la oposición porque tendrá que ceder, terminar sus abusos y liberar a los políticos encarcelados. Su veto impide los buenos oficios o la intermediación que se requiere para resolver la crisis venezolana. Una reunión de UNASUR o de cualquier otro organismo regional sobre la crisis no tiene sentido sin la presencia de la oposición. Esta limitante también obstruyó la mediación de la OEA en Honduras y por falta de diálogo con la oposición se llegó al golpe de estado en 2009.
3) El continente se encuentra “ideológicamente” fragmentado entre países del ALBA, acompañados por Argentina y Brasil; países de la Alianza del Pacífico, países del NAFTA (Estados, Canadá y México), más las divisiones al interior de Centro América y del propio Caribe Inglés. Hoy día no existe el consenso y el compromiso con el ejercicio y la defensa colectiva de la democracia representativa como lo había en la década de los noventa.
Cuando no hay consenso y unidad entre sus miembros, los OIGs no funcionan. El diálogo que UNASUR supuestamente iba a promover y mediar en Venezuela en 2004 no prosperó porque no hubo consenso a su interior para lograr que Maduro acceda a un diálogo sincero y constructivo con la oposición. Tampoco hubo consenso para que se apoyase a Maduro incondicionalmente, como éste pretendía. El diálogo hoy no existe.
4) En la OEA, la fragmentación y la falta de consenso entre sus estados miembros no ha permitido siquiera un análisis colectivo de la situación en Venezuela como lo permite la Carta Democrática Inter-Americana. Nadie intenta convocar una reunión a tal efecto so pena de ser tildado injerencista y lacayo del imperialismo norteamericano, o ser objeto de una ruptura de relaciones, como ocurrió con Panamá en 2014.
Es más, la alianza chavista ha buscado marginar a la organización de los asuntos políticos de sus miembros, precisamente por la presencia de Estados Unidos y Canadá en su seno –lo que ha fragmentado y paralizado la organización en los últimos años. Por ello, el gobierno de Obama también ha “ignorado” la organización, y ha priorizado sus relaciones bilaterales y con grupos subregionales afines a su ideología (Tratados de Libre Comercio con varios países, la Alianza para la Prosperidad en Centro América). Inclusive, ante la imposibilidad de obtener un consenso en la OEA para tratar la crisis venezolana, ha elegido imponer unilateralmente sanciones contra del régimen chavista.
En resumen, sin autonomía ni consenso el multilateralismo no funciona y el unilateralismo reina. Si uno busca cambios en estos IGOs o su “intervención” en defensa de la democracia, mejor dirigirse a los propios gobiernos y cancillerías de los estados miembros. Ellos son los verdaderos responsables de la inoperancia y parálisis de los mismos.




NOTAS SOBRE INTERVENCIONISMO
2014


Las Ironías del Intervencionismo
Rubén M. Perina *


El presidente Maduro  no pudo evitar que la reunión del Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA) se realizase el pasado 6-7 de marzo, y hasta rompió relaciones con Panamá que tuvo el coraje de convocarla. Sus aliados, los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua,  Republica Dominicana más los del Caribe dependiente de la dádiva petrolera (“alianza chavista”) se habían opuesto a que se siquiera se analice la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana.  Se rechazaba el “intervencionismo” de la OEA alegándose que ésta era parte de una conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo.

El “intervencionismo” de la OEA que  pretendían Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos,  Perú,  Panamá,  Paraguay y otros,  consistía simplemente en que se analizara la situación venezolana y se permitiera una misión diplomática de “buenos oficios,” para darle seguimiento in situ a la crisis y al “dialogo” iniciado por Maduro, y eventualmente para facilitar las negociaciones  entre la oposición y el gobierno. En el marco de los propósitos de la OEA, su objetivo era contribuir al fortalecimiento de la democracia venezolana, más allá del apoyo a un gobierno electo.

Con las reformas en la Carta de la OEA (1985) y luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA) de 2001, los Estados Miembros se comprometierona promover y defender colectivamente la democracia representativa. Su  ejercicio se convirtió en  el valor principal del hemisferio, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos. Su vigencia se volvió del interés de todos los países, y cualquier  amenaza a ella, provenga de la sociedad o del gobierno, pasó a ser una amenaza contra todas las democracias. Así, actuar colectivamente a través de la OEA para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de la democracia dejó de ser  injerencia en los asuntos internos de un Estado Miembro.

Por otra parte,  lo que es “intervención” para unos es salvación para otros.  La “alianza chavista” invoca el principio de no-intervención para proteger a gobiernos electos (inclusive con fraude), aunque éstos violen los derechos humanos, las libertades públicas y la independencia de los poderes, apresen y torturen manifestantes y opositores,  y persigan la prensa independiente --con total impunidad.  Pero para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra la tiranía,  la escasez,  la inflación (54%),  la devaluación y la inseguridad,  la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades,  por eso piden  su presencia,  pronunciamiento y  la activación de la CDIA. Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los castristas que “asesoran”  los servicios de inteligencia del Estado, el registro civil y su política exterior, así como de la “alianza chavista” que defiende al gobierno de Maduro. No olvidar que en los setenta, el “intervencionismo” de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos de la OEA en Argentina salvó la vida de numerosos opositores al régimen militar y expuso al mundo su terrorismo de estado.

De todas maneras,  la alianza chavista logró  que la reunión del CP/OEA fuese a puertas cerradas y que se aprobase,  no por consenso como es usual,  una Declaración inocua que  no contempla el “intervencionismo” de la OEA y libera a Maduro de toda responsabilidad por la crisis política, la persecución de los medios, el encarcelamiento de la oposición,  la violencia y las muertes (más de 20).  En ella declara el “respeto al principio de no-intervención y el compromiso con la defensa de la institucionalidad democrática y del estado de derecho;” rechaza “toda forma de violencia e intolerancia, y hace un llamado a todos los sectores a la tranquilidad y al respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales..;” y respalda y alienta “las iniciativas...del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional.”

La Declaración refleja, en realidad,  un retroceso en el compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la democracia expresado en los 90, así como la falta de consenso para permitir que  la OEA cumpla su  mandato,  paralizándola, en efecto. Irónicamente, esto le demuestra a Maduro que la OEA no está dominada por el poder hegemónico del “imperio” ni sus “lacayos,”  y le permite,   irónicamente también,  clamar una “victoria latinoamericana” en un foro que descalificaba soezmente.

Marzo 2014









EL “Intervencionismo” de la OEA en Venezuela
Rubén M. Perina *


Los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela (“alianza chavista”) se opusieron a que el Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA) analice la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana,  tal como lo permite la Carta de la OEA y como lo propuso el gobierno de Panamá,  que tuvo  el coraje para hacerlo. 

Maduro no pudo evitar que la reunión del CP/OEA se realizase el pasado 6-7 de marzo, y hasta rompió relaciones con Panamá por convocarla; pero consiguió,  con  el apoyo de una mayoría de los Estados Miembros conformada por la “alianza chavista” y los países del Caribe  dependientes de su dádiva petrolera, que la reunión fuese a puertas cerradas y que se rechazase  el “intervencionismo” de la OEA. 

El gobierno venezolano había rechazado el “intervencionismo” de la OEA por ser parte de una supuesta conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo.  Además,  Maduro y sus aliados buscaron marginar  a la OEA porque sabían que en su seno, con la presencia de Canadá, Estados Unidos, México y Panamá,  no podrían conseguir consenso para absolver a su inepto y corrupto gobierno de toda responsabilidad por la crisis. 

El principio de la no-intervención, consagrado en 1948 en la Carta OEA,  fue un logro histórico, diplomático/jurídico de los países latinoamericanos contra el intervencionismo europeo del siglo XIX y del norteamericano en la primera mitad del siglo XX.  Pero ello no previno que en el marco de la Guerra Fría tanto Estados Unidos como  la alianza castro-chino-soviética, que pretendía imponer el comunismo en la región, interviniesen en varios países del hemisferio.

Con el colapso de la Unión Soviética (1989) y el triunfo de la democracia y de la economía de mercado sobre el totalitarismo comunista,  los estados  se comprometieron, con reformas en la Carta de la OEA  y luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA),  a promover y defender colectivamente la democracia representativa. Su  ejercicio se convirtió en  el valor principal del hemisferio, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos. Su vigencia se volvió del interés de todos los países, y cualquier  amenaza a ella, provenga de la sociedad o del gobierno, pasó a ser una amenaza contra todas las democracias. Así, actuar colectivamente a través de la OEA para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de la democracia dejó de ser  injerencia en los asuntos internos de un Estado Miembro.

Por otra parte,  lo que es “intervención” para unos es salvación para otros.  La “alianza chavista” invoca el principio de no-intervención para proteger a gobiernos electos (inclusive con fraude), aunque éstos violen los derechos humanos, las libertades públicas y la independencia de los poderes, apresen y torturen manifestantes y opositores,  y persigan la prensa independiente --con total impunidad.  Pero para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra la tiranía,  la escasez,  la inflación (54%),  la devaluación y la inseguridad,  la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades,  por eso piden  su presencia,  pronunciamiento y  la activación de la CDIA. Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los castristas que “asesoran”  los servicios de inteligencia del Estado, el registro civil y su política exterior, así como de la “alianza chavista” que defiende al gobierno de Maduro. No olvidar que en los setenta, el “intervencionismo” de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos de la OEA en Argentina salvó la vida de numerosos opositores al régimen militar y expuso al mundo su terrorismo de estado.

El “intervencionismo” de la OEA que  pretendían Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos,  Perú,  Panamá,  Paraguay y otros,  consistía simplemente en que se analizara la situación venezolana y se permitiera una misión diplomática de “buenos oficios,” para darle seguimiento a la crisis y al “dialogo” iniciado por Maduro, y eventualmente para facilitar las negociaciones  entre la oposición y el gobierno.  Pero el CP/OEA aprobó a puerta cerrada, y no por consenso, una Declaración inocua que libera a Maduro de toda responsabilidad por la crisis política, la persecución de los medios, el encarcelamiento de la oposición,  la violencia y las muertes (más de 20).  En ella declara el “respeto al principio de no-intervención y el compromiso con la defensa de la institucionalidad democrática y del estado de derecho;” rechaza “toda forma de violencia e intolerancia, y hace un llamado a todos los sectores a la tranquilidad y al respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales..;” y respalda y alienta “las iniciativas...del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional.”
La Declaración refleja, en realidad,  un retroceso en el compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la democracia expresado en los 90, así como la falta de consenso para permitir que  la OEA cumpla su  mandato,  paralizándola, en efecto. Irónicamente, esto le demuestra a Maduro que la OEA no está dominada por el poder hegemónico del “imperio” ni sus “lacayos,”  y le permite,   irónicamente también,  clamar una “victoria latinoamericana” en un foro que descalificaba soezmente.
Marzo 2014



* Profesor de la George Washington University
y






¿Intervencionismo en Venezuela?
Rubén M. Perina *


Los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela (“alianza chavista”) se han opuesto a que se analice en el Consejo Permanente de la OEA la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana,  tal como lo permite la Carta de la OEA y como lo propuso el gobierno de Panamá  --el único país con el coraje y la independencia para hacerlo. 

El gobierno venezolano rechaza,  apoyado por la “alianza chavista,”  el  “intervencionismo” de la OEA y  propone en cambio una reunión de UNASUR para tratar la supuesta conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo.   Maduro y sus aliados quieren marginar  a la OEA porque saben que en su seno, y con la presencia Canadá, Estados Unidos, México y Panamá,  no podrán conseguir consenso para que se absuelva de toda responsabilidad por la crisis a su inepto y corrupto gobierno.  Pero es dudoso que consigan ese consenso y respaldo para Maduro en UNASUR, ya que Chile, Colombia, Paraguay y Perú no se han inclinado a apoyarlo.

El concepto de la no-intervención fue consagrado en 1948 en la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) como uno de los principios  que regulan las relaciones entre los Estados del hemisferio. Ello fue un logro histórico, diplomático/jurídico de los países latinoamericanos. La  no-intervención, junto con la soberanía, la integridad territorial y la igualdad  jurídica de los Estados,  fue la bandera latinoamericana contra el intervencionismo europeo del siglo XIX y del norteamericano en la primera mitad del siglo XX.  No obstante, en el marco de la Guerra Fría, varios países  sufrieron  injerencias en sus asuntos,  tanto por parte de Estados Unidos como por la alianza castro-chino-soviética, que pretendía imponer el comunismo en la región.

Con el  fin de la Guerra Fría y el triunfo de la democracia y de la economía de mercado sobre el totalitarismo comunista,  los Estados se comprometieron, con reformas en la Carta de la OEA  y  luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA),  a promover y defender colectivamente la democracia representativa.  El ejercicio  de la democracia se convirtió en el valor principal de las relaciones interamericanas, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos.  La vigencia de la democracia pasó a ser del interés de todos los países del hemisferio. Su interrupción en alguno de sus miembros es una amenaza contra todas las democracias y es motivo de suspensión de la organización. También han  establecido que la paz y seguridad del hemisferio, requieren “el ejercicio efectivo de la democracia representativa.” Una suerte de seguridad democrática. Siguiendo el paso de la OEA, el MERCOSUR,  la UNASUR y la CELAC exhiben su propia “cláusula democrática.” Así,  actuar colectivamente para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de  las instituciones democráticas, a las que todos se comprometieron a respetar, dejó de ser  injerencia en los asuntos internos de un estado miembro.

Por otra parte,  lo que es “intervención” para unos es salvación para otros.  Los aliados chavistas usan  la no-intervención para proteger a gobiernos electos popularmente (inclusive con fraude), pero que gobiernan autoritariamente, violentando los derechos humanos y las libertades públicas,  la independencia de los poderes,  apresando y torturando manifestantes, opositores y persiguiendo la prensa independiente  --todo ello con  impunidad. Por otro lado,  para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que se oponen y protestan contra el autoritarismo gubernamental,  la escasez,  la inflación (54%),  la devaluación y la inseguridad,  la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades,  y por eso piden  su presencia y pronunciamiento contra los abusos y represión del gobierno,  incluyendo la activación de la CDIA.   Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los cubanos que “asesoran” (controlan?) los servicios de inteligencia del Estado y su política exterior, así como de los gobernantes de la “alianza chavista” que defienden al gobierno de Maduro y obstaculizan un debate  en la OEA sobre la situación en Venezuela.

La OEA merece críticas por su parálisis en casos que han ameritado su accionar, pero su inacción o acción depende del consenso o disenso existente en las relaciones interamericanas.  No obstante, sí tiene el acervo y el mandato institucional para analizar las amenazas a la democracia en sus miembros, provengan de la sociedad o del gobierno,  y tomar acciones colectivas que el consenso permita, sin que ello signifique intervencionismo.

Marzo 2014






Hemisferio Fragmentado
Rubén M. Perina *

A pesar del compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la democracia a través de la Carta de la OEA (1985) y su Carta Democrática Inter-Americana (CDIA) de 2001,  el gobierno de Venezuela, con el apoyo de los de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Republica Dominicana, y los del Caribe dependiente de la dádiva petrolera (“alianza chavista”),  se opuso  a la realización de la reciente reunión del Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA, 6-7 de Marzo) sobre la crisis política en Venezuela.  Maduro rechazó el “intervencionismo” de la OEA, alegando que es un instrumento de dominación del “imperio” y de la conspiración de sus lacayos internos para derrocarlo,  y rompió relaciones con Panamá por convocarla. Aunque no pudo detenerla, la alianza logró  que la reunión  fuese a puertas cerradas y que aprobase, sin unanimidad, una declaración inocua que no contempla el “intervencionismo” de la OEA y libera a Maduro de toda responsabilidad por la crisis política en su país.

La reunión dejó varias lecciones sobre la realidad de las relaciones inter-americanas y los límites de un organismo inter-gubernamental como la OEA:

 ¿ Qué hegemonía de Estados Unidos?   La reunión mostró una vez más que la OEA no está dominada por el poder ”hegemónico” del “imperio” ni sus “lacayos” que la “alianza chavista” argüía para no permitir el tratamiento de la crisis venezolana  en la OEA.  Lo cierto es que el gobierno de Estados Unidos desde hace tiempo no ejerce su peso ni influencia en la OEA ni en América Latina en lo que respecta al  tema de la democracia,  ya sea por desidia, indiferencia, incapacidad de sus diplomáticos, o por preocupación en otras regiones (Medio Oriente, Afganistán, Ucrania). Su diplomacia ni siquiera pudo convencer a los países del Caribe que la reunión sea abierta o que la declaración inste a Venezuela a aceptar una misión de “buenos oficios” de la OEA para observar y posiblemente facilitar el diálogo entre la oposición y el gobierno. Esta “ausencia” o inefectividad es frecuentemente criticada por sectores “latinoamericanistas” y del partido republicano que empujan una política latinoamericana más  activa y visible  de promoción y defensa de la democracia.
 Mercantilismo mata democracia.   El chavismo ha utilizado su enorme riqueza petrolera para construir una alianza mercantilista y anti-norteamericana que lo protege  del “intervencionismo del imperio”, y/o de cualquier crítica por fraude electoral, control de todos los poderes, persecución a los medios, encarcelamiento de opositores políticos y estudiantiles,  violencia y  muertes ocurridas (más de 20). A la “alianza chavista” no le molesta la injerencia castrista en los asuntos venezolanos, ni el intervencionismo chavista y sus petrodólares a favor de sus aliados políticos internos. Tampoco le perturba el chantaje que ejerce para conseguir el voto  del Caribe dependiente, so pena de perder los beneficios de la dádiva petrolera. También ignora los insultos y descalificaciones groseras que el chavismo profiere a gritos contra los opositores internos y externos, o la descarada y abierta injerencia de Maduro en  Paraguay. Lo que sí le interesa a la “alianza” es el petróleo regalado, y los dólares para las campañas electorales y la compra de sus exportaciones (Venezuela importa el 80% de lo que consume). 

 Fin del consenso.  La reunión mostró un retroceso en el consenso y compromiso inter-americano para la  promoción y defensa colectiva de la democracia a través de la OEA que existía por lo menos hasta la firma de la CDIA.   Más bien, la alianza chavista busca marginar a la OEA y por ende a Estados Unidos y Canadá de cualquier participación en ese tema y por ello han impulsado la creación de UNASUR y la CELAC.  Aunque estos organismos tampoco garantizan unidad monolítica, excepto en la condena de un golpe de estado y la exclusión de un gobierno golpista. El retroceso resulta de la división “ideológica” que se avizora en el continente, a grandes rasgos,  entre la “alianza chavista”  y  la “alianza” del Pacífico (Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú,  Estados Unidos y Canadá).  La idea de una América unida por la democracia y el comercio  hoy parece anacrónica o inalcanzable.

Los límites de la OEA. El efecto inmediato de la  fragmentación continental es la parálisis de la institución. Su accionar refleja y depende del estado de las relaciones inter-americanas. Sin consenso pierde efectividad. Por otro lado, la OEA, como otros organismos inter-gubernamentales, es un club de los poderes ejecutivos y sus cancillerías. Por ello,  durante una crisis de gobernanza democrática, que con frecuencia resulta de conflictos inter-institucionales o entre sectores opositores de la sociedad y el gobierno,  los únicos que tienen derecho a voz y voto en una reunión del organismo son precisamente los representantes de los poderes ejecutivos, sin importar que éstos sean los que violan sus propias constituciones, los derechos humanos, el estado de derecho o las más fundamentales libertades. La “oposición” no tiene voz ni voto. Esta falta de democracia interna hoy ya es una anacronismo, particularmente cuando todos los Estados miembros son democracia.  Ello restringe su capacidad de actuar como foro o ente neutral para facilitar el diálogo y contribuir a la gobernanza democrática.  Ambas realidades marcan  los  límites de la organización.


Marzo, 2014



* Profesor de la George Washington University


GANADORES y PERDEDORES EN LA OEA
Rubén M. Perina, Ph.D.*


Una vez más la reunión del Consejo Permanente de la OEA, del pasado Viernes 18, evidenció  lo dividido que está el continente y cómo ello paraliza a la organización y la margina como instrumento inter-americano para promover y defender colectivamente la democracia en sus estados miembros. Una mayoría (22) de los representantes de los 34 países votó, primero, para que la reunión sea cerrada al público y la prensa.  Esa mayoría  o “alianza chavista” fue  liderada por Venezuela, con el apoyo de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, El Salvador, Haití, Nicaragua, Republica Dominicana, y de los 14 mini-estados del Caribe  (los lacayos del petróleo venezolano,  excepto Barbados). 

Luego, en privado, se le sumaron, inexplicablemente, Chile, Colombia, Paraguay  y otros para eliminar de la agenda una presentación, a pedido de Panamá, de la diputada venezolana opositora, María Corina Machado, sobre la crisis democrática por la que atraviesa su país.  Canadá, Estados Unidos, México, Panamá y Perú no pudieron evitar  la censura o el abuso de la mayoría. Irónicamente, el voto (y el petróleo) mató la transparencia y la libertad de expresión.  Esta triste realidad recuerda la frustración de los demócratas y defensores de los derechos humanos del hemisferio en la década de los 70, cuando las dictaduras militares del continente rechazaban como intervencionismo  cualquier intento en la OEA de siquiera hablar sobre esos temas.

La reunión también dejó claro ganadores y perdedores:
Una resonante victoria política y diplomática le correspondió a la diputada Machado que, aunque no le permitieron exponer formalmente, pudo transmitir al mundo en rueda de prensa su angustia y preocupación por la persecución y represión política que sufren los que se oponen al gobierno y protestan en las calles por la escasez, la inseguridad, la inflación, la impunidad,  la corrupción y la injerencia castrista. Y pudo exhortar públicamente a las democracias americanas a involucrarse en Venezuela para observar y frenar la alteración del orden democrático perpetuado por el régimen chavista, tal como se comprometieron en la CDIA. Les recordó que la democracia es mucho más que elecciones, que un gobierno electo debe por lo menos respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales,  y que la vigencia y defensa de la democracia en su totalidad es responsabilidad de todos.  Por el “atrevimiento” Maduro rompió relaciones con Panamá e inició un proceso inconstitucional para quitarle la inmunidad parlamentaria a la diputada y someterla a juicio en cortes totalmente chavistas. Le esperan momentos difíciles a esta mujer cooo...rajuda.

Hubo varios perdedores.  Prima facie pareciera que la “alianza chavista” obtuvo una victoria al no permitir una reunión abierta ni la presentación de la diputada. Pero fue una victoria pírrica, porque con ella se devaluaron principios, instituciones, valores y prácticas democráticas como la transparencia, la libertad de expresión, la tolerancia, la separación de poderes, e inclusive el diálogo   --todos ellos consagrados en la OEA y en su Carta Democrática Inter-Americana (CDIA).  Maduro y sus aliados llaman al diálogo pero no quieren escuchar la voz de la oposición, la otra parte del supuesto dialogo  --y esto en un foro multilateral compuesto por supuestas democracias. Con ello también se erosionó  el régimen democrático inter-americano que esos mismos países ayudaron a construir  a principios de los noventa.  Y ni hablar de la imagen negativa que sus miembros generaron entre los demócratas del hemisferio. 

La OEA también quedó otra vez muy mal parada. La división continental y la victoria pírrica y perversa de la alianza chavista en efecto la paralizó y marginó de cualquier protagonismo que podría tener para contribuir a resolver la crisis venezolana. Quedó así descartada la posibilidad de enviar una misión diplomática de “buenos oficios” para observar el “dialogo” convocado por Maduro y facilitar su avance, si fuese acordado por las partes. Los otros perdedores fueron Estados Unidos y Canadá, que quedaron excluidos de participar por la vía multilateral en una posible solución a la crisis venezolana. Extrañamente, ninguno de estos poderosos estados pudo siquiera convencer a los caribeños de votar a favor de una  reunión pública, y menos todavía que se permitiera la exposición de la diputada Machado.

Lo ocurrido por otra parte levanta dudas sobre la efectividad que tendría la UNASUR, cuya intervención sí acepta la alianza chavista, para contribuir al diálogo y a una solución democrática y legitima en Venezuela.  Por lo visto en la OEA ese organismo subregional llegará a Venezuela ya sea sesgado por una mayoría a favor del chavismo o dividida e incapaz de actuar a favor de la democracia venezolana,  otra perdedora por ahora.



Marzo 2014

*  Profesor de Georgetown University y ex funcionario de OEA.












* Profesor de la George Washington University