Saturday, February 10, 2018

Más Sanciones para el régimen madurista


09/02/2018 - 21:11

Tribuna     Opinión.    Crisis en Venezuela
Venezuela, entre la espada y la pared

                       
Las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición en República Dominicana (7 de febrero), fracasaron una vez más. Como era de esperar, el gobierno no aceptó ofrecer garantías para una elección presidencial integra y confiable, con observación electoral, como propusieron los cancilleres garantes (Chile, Mexico, Nicaragua, Bolivia) y la oposición.

El “diálogo” y las negociaciones siempre han sido una farsa, evidente desde hace tiempo. La dictadura madurista lo ha usado para engañar a la comunidad internacional y mostrarse “democrático,” mientras que al mismo tiempo ejerce un control autoritario y descarado del poder electoral, el poder judicial y el poder legislativo vía una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) inconstitucional, que actúa más bien como poder destituyente.

El régimen mantiene presos o exiliados a líderes opositores, o simplemente los ejecuta extra-judicialmente como a al ex Capitán Oscar Pérez y otros siete alzados en armas contra la dictadura; inhabilita líderes de la oposición (Capriles, Ledesma, López, Machado); suprime la libertad de prensa; desconoce la legítima Asamblea Nacional, con mayoría absoluta de la oposición desde diciembre de 2015; organiza elecciones regionales fraudulentas (octubre 2017); no permite la ayuda humanitaria, porque develará la calamidad que azota al pueblo venezolano, y fuerza el éxodo de 4 millones de votantes de la oposición. En medio de las negociaciones proscribió ilegalmente a la coalición opositora (Mesa de Unidad Democrática-MUD) para las elecciones, y convocó elecciones anticipadas para el 22 de abril de este año.

A nadie le queda dudas ya de que el verdadero propósito del régimen era usar las negociaciones para perpetuarse en el poder. Ante la farsa, el Paraguay, uno de los invitados independientes como garante del dialogo, nunca se presentó, México y Chile participaron pero se retiraron al develarse las intenciones del régimen.

El fracaso de las negociación y la convocatoria electoral pone a la oposición venezolana entre la espada y la pared. Si no participa en las elecciones presidenciales convocadas adelantadamente por el régimen chavista deja a la población sin alternativa y la cancha abierta a Maduro y sus secuaces, para seguir subyugando al pueblo venezolano indefinidamente y destruyendo al país. Si, por otro lado, participa en elecciones dudosas, no confiables y no observadas, amañadas por el régimen, su derrota está garantizada; y si gana, por si acaso y descuido del régimen, como en las legislativas de diciembre de 2015, tampoco es seguro que el régimen le permita asumir o que no tenga preparado su desconocimiento, como ocurrió con la Asamblea Nacional (AN) por parte de la fraudulenta ANC.

Pero el régimen también se metió entre la espada y la pared. La cúpula del régimen sabe que convocar elecciones limpias, justas y observadas es un suicidio. Los narco-gobernantes y corruptos del régimen saben que al perder, se les termina sus privilegios, inmunidad/impunidad, mantenidas hasta ahora por las armas y la ilegalidad, y van todos presos o a exilio. Por otro lado, si convocan y ganan elecciones no confiables, no observadas, la comunidad internacional no reconocerá su victoria, su aislamiento será mayor y las condenas y sanciones aumentarán, la crisis económica financiera y la calamidad humanitaria empeorarán. Podrá sobrevivir sólo con más represión.

El Grupo del Lima (los 14 países mas importantes del continente ), más Estados Unidos, finalmente se ha dado cuenta de la farsa. Mientras que hasta hace poco le daban prioridad al diálogo, en su último comunicado de Santiago de Chile (enero 2018), desconocen la ANC por inconstitucional, condenan el adelanto de las elecciones (y menos sin garantías suficientes) y advierten que no reconocerán al nuevo gobierno que surja de tales comicios.

Además,  Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea ya han impuesto sanciones financieras y restricciones de viaje contra miembros del régimen, y se están considerando otras sanciones económicas contra el estado venezolano. El Secretario General de la OEA, Luis Almagro, inclusive ha pedido más sanciones contra miembros del régimen. Así mismo, la Conferencia Episcopal Venezolana ha rechazado la imposición de elecciones al igual que los partidos de Leopoldo López y de María Corina Machado que además han abandonado el dialogo.

La única salida de democrática es un acuerdo y un compromiso firme y vigilado por la comunidad internacional, para la convocación de elecciones integras a su debido tiempo, o sea, elecciones libres, justas, transparentes, sin ventajismos, con nuevas autoridades electorales en el CNE, con libertad de prensa, y, por supuesto, observadas estrictamente por la comunidad internacional.

El Grupo de Lima, convocado el 13 de febrero en Lima, para considerar la situación venezolana debería considerar las consecuencias para la paz y la seguridad regional de la radicalización y atrincheramiento de la dictadura madurista y explorar la imposición, unilateral o colectiva, de serias sanciones diplomáticas, comerciales y financieras contra individuos del régimen y contra el estado venezolano. Podrían empezar excluyendo a Maduro de la próxima Cumbre de las Américas, a realizarse en abril del corriente año.

Rubén M. Perina, ex-funcionario de OEA,  es profesor de la Universidad de George Washington.

El Nacional, Caracas
La comunidad internacional y Venezuela: más sanciones

10 DE FEBRERO DE 2018 12:10 AM

En círculos académicos, diplomáticos y periodísticos de esta capital últimamente ha crecido la inquietud sobre qué más puede hacer la comunidad internacional para contribuir a la restauración del orden democrático en Venezuela. 

Parece que la comunidad internacional ha llegado, finalmente, a dos conclusiones: una, que el gobierno de Maduro es una dictadura, un régimen tirano, sostenido solo por la fuerza y el control de los medios y todos los poderes del Estado, y que además ha sumergido al país en la peor debacle económica de su historia, con una profunda crisis humanitaria, alimentaria y de salud pública; y la otra, que el régimen madurista no se irá “por las buenas”, o sea, por una vía democrática de negociación y elecciones.

La única salida pacífica y democrática de una dictadura es a través de elecciones íntegras y confiables, es decir, elecciones libres, justas, transparentes, sin ventajismos y con libertad de prensa, con autoridades electorales independientes y observadas internacionalmente. Y a esto es lo que la comunidad internacional creyó por años que se llegaría por medio del diálogo y la negociación.  En República Dominicana la negociación fracasó (7 de febrero de 2018) porque siempre ha sido una farsa. Por ello, Paraguay, uno de los invitados como garante del diálogo, nunca se presentó y México se retiró, al igual que Chile, el último esperanzado. 

El régimen pretende dialogar y mostrarse democrático mientras ejerce un control descarado del Poder Electoral, el Poder Judicial y el Poder Legislativo vía una asamblea nacional constituyente inconstitucional, que actúa más bien como poder destituyente. Es que el régimen no puede ir a elecciones íntegras y observadas porque sabe que las pierde. Es suicidarse. La cúpula sabe que al perder se le terminan sus privilegios e impunidad, mantenidos por las armas y la ilegalidad, y van todos presos o al exilio. Pero aun si hubiesen acordado realizar elecciones íntegras, quién podía creer que el régimen las iba a respetar, si ni siquiera respeta su propia Constitución chavista.

En vista del fracaso del diálogo ¿qué medidas o presiones, colectivas o individuales, puede adoptar la comunidad internacional? Para, por ejemplo, convencer a los personeros del régimen de que abandonen pacíficamente su intención de perpetuarse en el poder, ofreciéndoles garantías de seguridad/impunidad (ver el tratado de paz en Colombia) para exiliarse o participar en elecciones íntegras. Veamos el amplio espectro disponible, de declaraciones a sanciones/acciones posibles:

El Grupo del Lima (los 14 países más importantes del continente), más Estados Unidos, hasta hace poco clamaba en la OEA por el diálogo; ahora, en Santiago de Chile (enero de 2018), el grupo desconoció la ANC por inconstitucional, condenó el adelanto de las elecciones (y sin garantías suficientes) y advirtió que no reconocerá al nuevo gobierno electo en tales comicios. El grupo podría excluir a Maduro de la cumbre que se realizará en Lima en abril. Líderes del Congreso peruano ya han pedido que se le declare persona no grata. Es probable que algunos presidentes se sientan incómodos con la presencia de Maduro y Raúl Castro y no participen. Mercosur ya expulsó a Maduro por violar su cláusula democrática en agosto de 2017.

El Grupo de Lima puede adoptar una serie de posibles sanciones no militares contra los personeros del régimen y el Estado venezolano, más allá de la condena, la exclusión o el no reconocimiento; incluyendo, por ejemplo, la ruptura de relaciones diplomáticas, militares y comerciales,  la prohibición de viaje, el congelamiento de  bienes y activos financieros, el embargo (bloqueo) de armamentos, así como de petróleo y sus derivados. Sanciones que podrían perjudicar a la población, pero ¿puede el pueblo venezolano sufrir todavía más agravios y daños de los que está sufriendo ahora, bajo el sofocante y tiránico régimen?

Estados Unidos, por su parte, ya ha sancionado a más de 40 funcionarios del régimen, con prohibición de viaje, congelamiento de bienes y activos financieros, y comienza a explorar otras opciones (gira de Tillerson por varios países de la región, febrero de 2018). El secretario de Estado descartó la opción militar (mencionada por Trump). La región también rechaza categóricamente esa posibilidad. En vista está un embargo petrolero, a pesar de que afectaría importantes intereses económicos en Estados Unidos. Un embargo de armas o un bloqueo militar es probable que no esté totalmente descartado, particularmente si el régimen se convierte en una amenaza seria para  la seguridad y paz de la región.

Venezuela (y su petróleo) está controlada por militares, corruptos, narcotraficantes y lavadores de dinero manejados por la inteligencia militar cubana, una combinación vulnerable a la penetración de  China y Rusia. Esta última nación controla 49% de Citgo, la compañía venezolana de petróleo y distribución de gasolina en Estados Unidos. El régimen madurista depende cada vez más económica, financiera y militarmente de ambos países extra-continentales. Tillerson podría expresarles su interés de que dejen de sostener la dictadura madurista. La cercanía de Trump con Putin podría ayudar.

Por otro lado, Canadá, miembro del Grupo de Lima, y la Unión Europea también  han  impuesto sanciones financieras y prohibiciones de viaje contra miembros  del régimen, y han exigido la apertura de un canal humanitario y la realización de elecciones íntegras y observadas. Las sanciones  probablemente aumenten.

La OEA,  como entidad colectiva, no ha logrado condenar y suspender a la dictadura de Maduro por su violación a la Carta Democrática Interamericana. En la reunión de cancilleres de Cancún  (junio de 2017),  el Grupo de Lima no logró los 18 votos necesarios para adoptar una resolución crítica de la situación en Venezuela. Se opuso la “alianza chavista” compuesta por 14 países del Caribe más Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Sin embargo, su secretario general, Luis Almagro, ha continuado (en solitario) condenando las violaciones de los derechos humanos y a la democracia en Venezuela (ver sus devastadores informes) y ha pedido a la comunidad internacional aumentar las sanciones contra el régimen. También considera enviar a la Corte Penal Internacional un informe de expertos sobre violación de los derechos humanos de lesa humanidad, tras audiencias públicas convocadas por él en la OEA.

El Consejo Permanente de la OEA debería debatir y pronunciarse sobre el reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre Venezuela. La organización es efectiva solo cuando sus diferentes instancias actúan al unísono. ¿Se reunirán los 18 votos necesarios? Puede ser, Jamaica, Santa Lucía (firmantes de la declaración del Grupo de Lima de Santiago) e incluso el Ecuador de Lenín Moreno ya no se sienten cómodos con la dictadura de Maduro, y podrían apoyar una condena al régimen.

Washington, D.C. 8 Febrero 2018



Tuesday, February 6, 2018

La verdadera amenaza a la democracia norteamericana

La Verdadera Amenaza a la Democracia Norteamericana
Rubén M. Perina, Ph.D. *

Los vulgares dichos recientes del Presidente Trump contra migrantes de países de África, Centro América y el Caribe (shitholes o países de mierda, los llamó), son consistentes con sus exabruptos contra  mejicanos, musulmanes y refugiados sirios, a quienes considera una amenaza para la seguridad del país y la prosperidad de los trabajadores de clase media. Incluso en su  discurso  sobre el estado de la Unión no pudo dejar de asociar la inmigración con la inseguridad fronteriza, el crimen, el terrorismo, el narcotráfico, la mano de obra no calificada, los bajos salarios, etc. ¿Refleja esta narrativa el sentimiento y los valores de la mayoría de los norteamericanos, y es la inmigración la verdadera amenaza a la seguridad y prosperidad de EEUU? Veamos.

En primer lugar,  recordemos que Trump perdió el voto popular por 3 millones de votos (62 millones vs 65 millones de Hillary Clinton), y además sus 62m sólo representan el 25.9 % de los votantes elegibles (unos 231 millones). En noviembre de 2016 sólo votó un 55% de los elegibles (123 millones). Sin embargo, por las peculiaridades del sistema electoral norteamericano (elecciones indirectas vía Colegio Electoral, gerrymandering), los republicanos ganaron la presidencia y controlan ambas cámaras legislativas. Trump ganó en distritos estatales claves  porque supo explotar las ansiedades  y descontento de una minoría ignorada por “el establishment,” usando un discurso divisivo, populista, demagógico, nacionalista, proteccionista, anti-establishment,  anti-inmigrante y anti-globalización.

Segundo, su personalidad, estilo de gobernar y comentarios, vía tuit o no, han producido un generalizado rechazo e indignación en gran parte de la opinión pública.  Reconocidos analistas en los más  prestigiosos medios como CNN, MSNBC, PBS, periódicos como el Washington Post y el New York Times, o revistas como Atlantic, El Economist, el New Yorker,  o libros  como Fire and Fury, entre otros, lo tienen calado, lo cuestionan, lo critican, lo resisten.  Exponen diariamente su racismo, su ignorancia, su fanfarronería y narcisismo, sus mentiras y contradicciones, su desprecio por las instituciones, sus ataques descalificadores a sus adversarios políticos,  sus ofensas a mujeres, etc. Y ni hablar de la resistencia y oposición de los Demócratas y del “establishment.” Además un Fiscal especial lo investiga por posible colusión con agentes rusos durante el proceso electoral y/o posible obstrucción de justicia. 

En tercer lugar, unas recientes encuestas nacionales indican que  sólo el 36% aprueba su gestión, mientras que el  58% la desaprueba.  Un 52% piensa  que es racista y  un 70% cree que su conducta no es presidencial.  A finales del año pasado, sus candidatos perdieron elecciones en Virginia y Alabama

Además, sus comentarios no sólo denotan sus prejuicios y una actitud anti-inmigrante y racista, pero también  reflejan su ignorancia y/o desprecio por la historia de la inmigración y lo que ha significado para este país. Trump parece desconocer que EEUU es  tierra de inmigrantes de todas partes del mundo, atraídos por ser la tierra de la libertad y tolerancia religiosa, de las oportunidades económicas. La mayoría reconoce que el desarrollo, dinamismo y grandeza  del país se debe en gran parte a su diversidad y pluralismo racial.  Esa diversidad está aglutinada por la prevalencia de valores e instituciones democráticas que garantizan los derechos y libertades individuales, el estado de derecho, la justicia social,  la igualdad ante la ley y otros valores que afianzan la dignidad humana.

Pero lo triste y lamentable del comportamientos de Trump es que ahonda la grieta socio-cultural y económica entre gran parte de su base electoral minoritaria (población blanca, evangelista, de clase media y baja,  urbana y rural de poca educación) y los que votaron por Hillary. Trump, en vez gobernar para todos, promoviendo el respeto mutuo, la tolerancia y la moderación y el consenso político, más bien exacerba los prejuicios raciales, anti-inmigrantes, y profundiza la actual polarización política. Su demagogia populista contribuye al endurecimiento de posturas ideológicas extremas (liberales vs conservadores) intra e inter-partidarias entre el partido Republicano  y el Demócrata.

La polarización actual contravine las normas y prácticas tradicionales de la democracia norteamericana. Cunde la narrativa divisiva, ríspida, negativa y descalificadora.  El centro moderado  se ve estrujado y paralizado por  los extremos liberales y conservadores de ambos partidos, culminado en la inoperancia y parálisis del sistema político, con drásticas y dramáticas consecuencias para el funcionamiento del gobierno y la aplicación de políticas publicas en salud, medio ambiente, inmigración, defensa y otros. 

El reciente “cierre” del gobierno (20-23 de Enero)  revela en extremo la incapacidad del sistema de siquiera acordar (vía resoluciones legislativas continuas) el financiamiento temporario de las actividades gubernamentales –a falta de acuerdo para aprobar el presupuesto de 2018. La fisura es tal que los partidos políticos ni siquiera pueden consensuar sobre el alcance de la amenaza rusa a la seguridad cibernética nacional, identificada por los servicios de inteligencia. Desacuerdo impensable hasta ahora. Y sería trágico  que no pudiesen acordar la regularización del status migratorio de los jóvenes (1 millón 800 mil aproximadamente) comprendidos en el programa DACA--acción diferida para menores traídos por sus padres antes de los 16 años, y que en su defecto serían deportados. Más del 80% de la opinión pública apoya su regularización migratoria. 

En suma, la verdadera amenaza a la prosperidad y continua grandeza de EEUU está en la polarización política corriente y en la consecuente parálisis de sus sistema político, agravada por la narrativa divisiva del Presidente Trump,  y no en la presencia o llegada de nuevos inmigrantes.

Washington, D.C.  Febrero 1, 2018




* Profesor de la Universidad de George Washington

Friday, February 2, 2018

La OEA y la erosión de la democracia en Venezuela
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Disyuntiva en la OEA: ¿parálisis o sanciones?
Rubén M. Perina
13 de julio de 2017
La reunión de consulta de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA (RC/OEA), realizada en Cancún el 19 de junio pasado, tuvo que suspenderse otra vez por falta de mayoría o consenso entre los Estados miembros. Se lograron sólo 20 de los 23 votos necesarios para adoptar una declaración sobre la situación venezolana que había sido propuesta por “los 14” (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay) y consensuada con países caribeños (Bahamas, Barbados, Belice, Guyana, Jamaica y Santa Lucía). Los demás se abstuvieron o se opusieron, argumentando, bajo presión o extorsión venezolana, que la declaración era violatoria del principio de no intervención. Para los demócratas del hemisferio y la mayoría de venezolanos el resultado fue decepcionante.
La declaración no adoptada era menos exigente y contundente que previas declaraciones de los países proponentes. Manifestaba su preocupación por la situación venezolana; expresaba la urgente necesidad de “un revalorizado diálogo y negociación”; llamaba al cese de la violencia, al respeto del Estado de derecho y los derechos humanos, al acuerdo sobre un calendario electoral, a la reconsideración de la convocatoria de la Asamblea Constituyente, lo más controvertido; y proponía la conformación de un grupo de apoyo y facilitación del diálogo. El documento no pedía la liberación de los presos políticos o el cese de la represión, las detenciones arbitrarias y el enjuiciamiento de civiles en la Justicia militar, ni la restauración de los poderes de la Asamblea Nacional, ni la apertura humanitaria. Esto sí lo exigía la declaración de 11 países al final de la reunión.
Sin embargo, dos recientes eventos han despertado nuevas preocupaciones y desafíos. Uno, el violento ataque chavista a la Asamblea Nacional y sus diputados el 5 de julio, que ha desatado la condena de la comunidad internacional y del secretario general Luis Almagro, quien, una vez más, se ha adelantado a los Estados miembros y ha solicitado la convocatoria de una reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA), lo que muestra nuevamente su liderazgo y su compromiso democrático. La convocatoria tiene ahora más relevancia por el significado del otro evento: la “liberación” del prominente líder político, Leopoldo López, en un régimen de “casa por cárcel”.
Con la sorpresiva “liberación”, el régimen pretende reducir o descomprimir la presión interna de la calle, de las redes sociales y de la solidaridad externa, presión que ha mellado la confianza y la seguridad de sus miembros. Ya se nota su creciente fragmentación y vulnerabilidad. El régimen intenta distraer y generar dudas en la comunidad internacional y busca oxigenar a sus aliados para que se opongan a cualquier intento de condena en la OEA. Pero la concesión es tardía e insuficiente. Hay más de 1.400 presos políticos y más de 90 muertos, se sigue desconociendo a la Asamblea Nacional y ahora a la fiscal general, y no hay calendario electoral.
Pero lo más grave y nefasto para la democracia venezolana es que el régimen continúa con su intención de instalar la Asamblea Constituyente, con la cual se eliminarán las instituciones republicanas, sus garantías y sus libertades, la independencia de poderes, las elecciones directas, libres, secretas y observadas, y se constituirá un régimen de control absoluto por parte del madurismo.
En este crítico y apremiante momento para la democracia venezolana, el grupo de “los 14”, se encuentra en la disyuntiva de, por un lado, permanecer paralizado por la falta de mayoría o consenso; o, por otro lado, intensificar los esfuerzos colectivos para salvar la democracia venezolana y aliviar la crisis humanitaria. Si de esto último se trata, dada la intransigencia caribeña para sumarse a los dos tercios en la RC/OEA, “los 14” deberán, colectiva o individualmente, realizar todas las gestiones posibles con los ocasionales aliados caribeños (Bahamas, Barbados, Jamaica y Santa Lucía), para asegurar una mayoría de 18 en la reunión del CP/OEA convocada por Almagro, mayoría que permitiría adoptar una declaración similar a la de los 11 en Cancún. Aunque su llamado al diálogo será en vano e inútil, ya que este tiene que terminar necesariamente en un acuerdo sobre elecciones, la única solución lógica y democrática a la crisis, y esto el régimen no lo puede aceptar porque sabe que pierde y que es suicida, al menos que se otorgue a sus líderes salvoconducto e inmunidad por los crímenes cometidos.
Pero existe otro escenario de posible acción colectiva, más radical. Ello implicaría pasar de las declaraciones de preocupación y crítica a las sanciones, fuera o dentro del marco institucional de la OEA. En principio, una resolución del CP/OEA podría autorizar a los Estados miembros para que, colectiva o individualmente, tomen medidas que consideren pertinentes, incluyendo sanciones. Pero como es improbable que se adopte tal resolución, los Estados miembros pueden, fuera de la OEA y en el marco de sus potestades soberanas, aplicar una serie de posibles sanciones, como ya lo han hecho algunos países, para presionar e inducir a Maduro a que restaure el orden democrático y respete los derechos humanos y las libertades fundamentales de sus ciudadanos.
Entre las posibles sanciones, colectivas o individuales, figuran el retiro de embajadores (Paraguay), la suspensión de relaciones diplomáticas y consulares, la expulsión de diplomáticos y agregados militares, el embargo de armas y de equipos de represión (Brasil), la suspensión de exportaciones (excepto alimentos y medicina) y de importación de petróleo o productos derivados, o de permisos para su refinado, la suspensión del pago de deuda por petróleo, el congelamiento de activos financieros o económicos de individuos pertenecientes al régimen (Estados Unidos), la suspensión de créditos, de proyectos de inversión o de programas de cooperación, entre otras.
El autor es ex funcionario de OEA y profesor de la George Washington University.



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El Caribe paraliza la OEA
Rubén Perina
14 de junio de 2017
La reunión de cancilleres de la OEA del 31 de mayo pasado, para desilusión de los demócratas de este hemisferio, concluyó sin consenso sobre qué decir o hacer sobre Venezuela. La decisión se postergó hasta la reunión de la Asamblea General de la OEA, a celebrarse en Cancún entre el 19 y el 21 de junio.
El proyecto de declaración presentado por Canadá, Estados Unidos, México, Panamá y Perú, acompañado por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, Guatemala, Paraguay y Uruguay ("los 14") no obtuvo el apoyo de los países del Caribe inglés, ni por supuesto de Bolivia, Nicaragua, Ecuador y El Salvador. La declaración pretendía expresar la "profunda preocupación" de los Estados miembros sobre la ruptura del orden democrático y la crisis humanitaria que azota Venezuela. Hacía un llamado al cese de la violencia; al respeto de los derechos humanos, del Estado de derecho y de las competencias de la Asamblea Nacional; al cese de las detenciones arbitrarias, de los juicios militares y de la iniciativa de una Asamblea Constituyente; a la liberación de presos políticos; a la elaboración de un calendario electoral, así como a una renovada negociación que conduzca a un "acuerdo político amplio". Ofrecía "proveer asistencia humanitaria" y conformar un grupo de Estados miembros para facilitar el proceso de negociación entre la oposición y el gobierno.
La declaración, no intervencionista pero solidaria con el pueblo venezolano, que proponía una solución negociada y democrática (elecciones), no pudo aprobarse, ni por consenso o simple mayoría de 18 Estados miembros.
La OEA es efectiva sólo cuando hay consenso y armonía entre sus Estados partes, y entre estos y el secretario general. Por lo contrario, cuando hay división y tensión en estas relaciones, ello deriva en parálisis o inacción, como ahora, a pesar de la tiranía y la tragedia humanitaria que padece uno de sus miembros.
Esta vez la parálisis resultó de la decisión en bloque de la Comunidad del Caribe Inglés más Haití (Caricom, con unos diecisiete millones de habitantes aproximadamente) de no acompañar la propuesta de la mayoría de los países latinoamericanos, más Estados Unidos y Canadá (con unos mil millones de habitantes). Las reglas "democráticas" de la organización (un país, un voto) permitieron que una minoría demográfica obstruyese el intento diplomático de la mayoría de avanzar en la defensa y la promoción colectiva de la democracia, tal cual lo establece la Carta Democrática Interamericana (CDIA) de la OEA. "Nos tienen de prisioneros" comentó un embajador latinoamericano.
En los últimos años la mayoría de los países del Caricom miembros de la OEA, con la excepción ocasional de Bahamas, Barbados, Jamaica y St. Lucia, ha rechazado, siguiendo la línea chavista, cualquier intento de siquiera tratar la crisis venezolana en el Consejo Permanente de la OEA. En esta ocasión, los caribeños rechazaron la propuesta "los 14" y propusieron una declaración alternativa, que coincidía en algunos puntos con la anterior, pero que parecía más preocupada por no "violentar" el principio de no intervención y no ofender a Nicolás Maduro. Al no lograrse una redacción consensuada entre las dos, se acordó suspender la reunión y continuar negociando hasta la Asamblea General.
La posición caribeña extraña a los demócratas de las Américas, porque son países con tradición de democracia parlamentaria liberal. Su postura además indigna porque parecieran ser incapaces de sentir empatía con la mayoría de la población venezolana y su sufrimiento, y parecieran desconocer la tiranía, la represión gubernamental, las muertes diarias y la tragedia humanitaria. Los caribeños objetan el tratamiento del tema venezolano, invocando el principio de no intervención y de soberanía estatal, pero con ello ignoran el compromiso colectivo de defender y promover la democracia representativa y la soberanía popular. Prefieren así apegarse, presionados o extorsionados por Maduro, a los beneficios coyunturales (menguantes) de la dádiva chavista vía PetroCaribe.
También parecen ignorar que invocar el principio de la no intervención en este caso es un despropósito, contrario a los consensos y los compromisos establecidos por todos los Estados miembros en su CDIA; y que no se lo puede invocar para ocultar la ruptura del orden democrático y la violación a los derechos humanos. Si el argumento es desconocimiento de lo que ocurre en Venezuela, la reunión de cancilleres o la Asamblea General podría escuchar un informe sobre la situación en Venezuela de las autoridades de la Asamblea Nacional, de la fiscal general y de la Comisión Interamericana de Derechos humanos, y no sólo una diatriba de la canciller venezolana.
En América hoy día lo prioritario es la vigencia y la defensa de los derechos humanos y la democracia, y no la no intervención necesariamente.

El autor es ex funcionario de OEA y profesor en la Universidad de George Washington.

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Fortaleza y Debilidad de la OEA
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EL NACIONAL,  CARACAS, 
21 DE ABRIL DE 2017 01:42 AM | ACTUALIZADO EL 21 DE ABRIL DE 2017 07:41 AM

Rubén M. Perina, Ph.D.

El  5 de abril, la Canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, se presentó, por tercera vez en los últimos meses, en el Consejo Permanente de la OEA (CP). Allí,  pública y soezmente repitió sus insultos contra el Secretario General (SG) Luis Almagro, por  su actualizado informe sobre la malversada democracia venezolana. También vilipendió a la mayoría de los estados miembros que el 3 de abril habían resuelto, en el marco de la Carta Democrática Interamericana (CDIA), que se había “alterado gravemente  el orden constitucional democrático,” que las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) “constituyen una violación del orden constitucional… a pesar de su reciente revisión..” y que es “esencial que el gobierno…asegure la plena restauración del orden democrático.”  Todo ello a pesar de la estridente, insolente y poco diplomática oposición de la delegación venezolana y sus  menguantes aliados, que se retiraron de la reunión. 

La Resolución de la OEA  fue un  logro histórico de la Carta Democrática. Por primera vez  una mayoría de estados miembros activa la Carta en contra de un gobierno que altera el orden democrático, y ya no en contra de una amenaza o un golpe de estado tradicional contra  un gobierno democrático, como ha ocurrido en el pasado. La Resolución además significa una nueva y rotunda derrota para la “diplomacia” del Presidente Maduro y sus aliados; también representa un triunfo para los esfuerzos en defensa de la democracia del secretario general y de los países invocadores de la CDIA,y una reivindicación de la relevancia de la  OEA.  Confirma también la  validez y nueva fortaleza de la CDIA como el instrumento multilateral por excelencia para la defensa y preservación colectiva de la democracia. 

La canciller del chavismo, como de costumbre, también denigró a los diputados de la Asamblea Nacional (AN) y los acusó de golpistas, vende patria, desestabilizadores, lacayos del “hegemón”y de estar en desacato de la Constitución, entre otros improperios;  y aseguró que no ha habido ruptura del orden constitucional y que las instituciones del poder público funcionan según lo establece la Constitución.  
Si bien los representantes de los estados miembros y el SG pueden defenderse de tales abusos e insultos, los diputados o representantes de la AN carecen de la posibilidad de responder “en vivo y en directo”en el CP a los agravios de la canciller. La OEA es un ente intergubernamental tradicional, un club de los Poderes Ejecutivos y de sus embajadores, y no consiente la participación de otro Poder del estado en el seno del CP, sin la autorización del Poder Ejecutivo. Al debatirse la alteración de la institucionalidad democrática en un estado miembro supuestamente democrático, no permitir la participación de todas las partes involucradas, excepto la del Poder ejecutivo, es un despropósito; y hasta parece injusto y antidemocrático no escuchar la otra parte del conflicto inter-institucional.Y aquí yace precisamente una de las debilidades presentes de la OEA.

La OEA, siendo un foro de democracias representativas para la preservación de la democracia, debería en principio poder oír el testimonio de  la otra parte del actual conflicto entre Poderes en Venezuela. Ningún país ni el secretario general tienen la propiedad que posee el Poder legislativo para responder a  las agresiones del Poder ejecutivo y su canciller. Con la voz del “otro” se podría lograr un entendimiento más completo de la conflictiva realidad, lo que facilitaría la apreciación y decisión colectiva. Hubiese sido beneficioso para todos oír a un representante de la AN refutar a la canciller que, abusando de su exclusivo lugar en el CP, se dedicó a atacar impunemente a la oposición y los diputados de la AN.  

Es de destacar que la OEA ha dejado de ser un foro solamente para la resolución de conflictos entre estados –propósito principal para el cual fue fundada en 1948. Hoy día,  con su papel de promotor/defensor de la democracia es también un foro para la consideración y resolución de conflictos internos que amenazan la democracia de un  estado miembro, con el potencial o no de amenazar la paz y seguridad regional.

 Los conflictos inter-institucionales entre el ejecutivo y otros Poderes del estado seguirán siendo en el futuro causa de la alteración del orden democrático.  Si se pretende que la OEA sea un justo y válido foro de democracias representativas (cuyos Poderes públicos son supuestamente iguales e independientes), para facilitar la negociación y la construcción de consenso entre instituciones en conflicto en uno de los estados miembros,  éstos deberán tarde o temprano considerar una reforma a su carta orgánica para permitir en su seno la voz de cualquiera de las instituciones agraviadas en un conflicto inter-institucional, particularmente si el  transgresor es el Poder ejecutivo. En su defecto y mientras tanto,  el secretario general o un estado miembro podría solicitar un informe de la institución agredida para presentarse al Consejo Permanente (o reunión de Cancilleres) al momento de considerarse la alteración del orden democrático en el  estado miembro concernido. 





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07/04/2017 - 00:00
·       Clarin.com
·       Opinión
Clarín, Debate
Venezuela sigue fuera del límite
Rubén M. Perina

·       Crisis en Venezuela
La alteración del orden constitucional democrático en Venezuela continúa. Ello a pesar de que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) se retractó de las sentencias que despojaban a los diputados de inmunidad parlamentaria y asumía las competencias de la Asamblea Nacional, en flagrante violación del orden constitucional y perpetrando un claro “golpe judicial.” En histórica decisión, los estados miembros de la OEA adoptaron, el 3 de abril, una Resolución que por primera vez activa la Carta Democrática Interamericana (CDIA) de la OEA; esto, en términos de la alteración del orden democrático contra un gobierno dictatorial que lo violenta, y no en contra de una amenaza o golpe militar contra un gobierno democrático, como ha ocurrido en el pasado. La alteración constitucional provocó la condena y la exigencia de la restauración del orden democrático por parte de la comunidad internacional, incluyendo Unasur, Mercosur y la Unión Europea. Hasta la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, reconocida chavista, expresó su preocupación por la sentencia del máximo tribunal.
También ocasionó la nueva convocatoria del Consejo Permanente de la OEA (CP) por parte del secretario general Luis Almagro y de una veintena de estados. En vista de ello, el presidente Maduro obligó al TSJ a retractarse y anular sus sentencias. Pero la retracción no restauró a plenitud las funciones del Poder legislativo. Más de cincuenta sentencias del TSJ amarran y desconocen todavía las competencias de la Asamblea Nacional y le otorgan -inconstitucionalmente- super poderes al Presidente.
La alteración ya había sido constatada en la reunión del CP del 28 marzo pasado, convocada a raíz del contundente informe del secretario general y de la solicitud de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, EEUU, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay.
Estos países, ya habían expresado su profunda preocupación haciendo un llamado urgente a “que se atienda de manera prioritaria la liberación de presos políticos, se reconozca la legitimidad de las decisiones de la Asamblea Nacional, y que se establezca un calendario electoral para las elecciones pospuestas”. La reunión para analizar la situación venezolana se realizó a pesar de la furiosa y poco diplomática oposición de Venezuela y de sus aliados, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua y algunos países caribeños, y no obstante que su Canciller había exigido su cancelación.
Una derrota que denotó el creciente aislamiento y desubicación del presidente Maduro, evidente ya en su suspensión del Mercosur en 2016. Los diplomáticos venezolanos se dedicaron, sí, a desdeñar a la organización, agraviar a los estados miembros convocantes y denigrar a Almagro en términos soeces.
En la reunión la mayoría de los países constató la “alteración del orden constitucional democrático” en Venezuela”. México advirtió al chavismo que no se puede alegar “intervencionismo” para ocultar la alteración del orden democrático y la violación de los derechos humanos. A la reunión del 3 de abril, sin embargo, inéditamente, el presidente pro-tempore del CP, el representante de Bolivia, Diego Pary, decidió suspenderla, violando el reglamento. Un grave e inútil episodio diplomático conjurado por la agonizante alianza chavista.
Los países convocantes procedieron, con mayoría, a realizar la reunión con la presidencia de Honduras, a pesar de la estridente y no diplomática oposición de Venezuela y sus aliados, que se retiraron. La mayoría del CP aprobó la Resolución, que expresa “su profunda preocupación por la grave alteración inconstitucional del orden democrático…y su apoyo… al diálogo y la negociación para… la restauración pacífica del orden democrático”.
La Resolución supone una nueva y rotunda derrota para la “diplomacia” madurista y sus menguantes aliados; también representa un triunfo para los esfuerzos en defensa de la democracia del secretario general, y de los países americanos invocadores de la Carta Democrática, un triunfo de la OEA.
Confirma también la validez de la CDIA como el instrumento multilateral por excelencia para la defensa y preservación colectiva de la democracia. La supuesta imprecisión del concepto de “alteración del orden democrático” (Arts. 19 y 20) había conspirado contra la posibilidad de su aplicación. Establecer su ocurrencia es un requisito para su invocación y aplicación.
Ahora el régimen chavista ha provisto el modelo empírico de lo que significa ese concepto; o sea, ha aportado los criterios para su aplicación. El próximo paso requiere presión para el cumplimiento de lo resuelto por el CP, lo que podría incluir los buenos oficios de los Cancilleres para una negociación entre el Poder legislativo y el Poder ejecutivo, que acuerde los mecanismos para el llamado a elecciones -la única solución democrática a la crisis- la liberación de los presos políticos, la restauración de las funciones del Poder legislativo y la apertura de un canal humanitario, o en su defecto la convocatoria de una reunión de Cancilleres para considerar la suspensión de Venezuela de la organización
Rubén M. Perina es ex funcionario de la OEA. Profesor de la George Washington University