Saturday, May 30, 2015

Candidatos y criterios para la OEA


RUBÉN M. PERINA |  EL UNIVERSAL
domingo 14 de septiembre de 2014  12:00 AM

La carrera para Secretario General de la OEA (SG/OEA) ya largó.  Su elección se realizará en los primeros meses del 2015,  para asumir el cargo en mayo, por 5 años, renovables.

Hasta el momento se han oficializado tres candidatos. El primero es el presente canciller de Uruguay, Luis Almagro, diplomático de carrera con puestos en Alemania, Irán y China. Seguidamente, el gobierno guatemalteco ha propuesto a Eduardo Stein, exvicepresidente y  canciller de Guatemala,  y Jefe de la Misión de Observación Electoral de la OEA  en Perú en el año 2000. En tercer lugar, el gobierno peruano ha postulado a Diego García Sayán, exministro de Justicia y de Relaciones Exteriores y  Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Nunca un ciudadano de Guatemala o Perú ha ejercido la Secretaría de la OEA.  

Rumores diplomáticos y de prensa también mencionan otros posibles candidatos. Entre ellos, el embajador de México ante la OEA, Emilio Rabasa y el expresidente de ese país, Felipe Calderón;  el embajador peruano Hugo de Zela, actual jefe de Gabinete del SG/OEA; la expresidente de Costa Rica, Laura Chinchilla;  el  expresidente de Panamá, Martín Torrijos;  el actual canciller del Paraguay, Eladio Loizaga;  el actual presidente de la CAF, el boliviano Enrique García y el expresidente de Bolivia, Carlos Mesa.

Las cancillerías de los  Estados miembros deberían considerar, entre otros, los siguientes criterios para su elección:

1.  El nuevo SG/OEA deberá demostrar cierto conocimiento del Sistema Interamericano (SIA) y del papel que ha tenido  la OEA en el mismo. De particular importancia debería ser su entendimiento y compromiso invariable con el rol de la organización  en  la promoción de la democracia y la observancia de los derechos humanos, valores institucionalizados en su Carta constitutiva y en la Carta Democrática Interamericana y que son la columna vertebral del sistema, así como la garantía de paz y seguridad del hemisferio. El nuevo SG/OEA no deberá  ser ambiguo, neutral ni indiferente sobre esto.

2. Entendiendo los límites no-intervencionistas de su cargo, deberá  exhibir coraje político para defender con firmeza la democracia y los instrumentos creados por los Estados miembros para su promoción y protección, y hacer de esto las verdaderas prioridades de la organización, junto a la seguridad y paz del continente. En particular deberá ser capaz de contrarrestar el intento de ciertos países de creciente tinte caudillista/populista de impedir el involucramiento de la OEA en la solución o siquiera el análisis de situaciones políticas que amenazan los derechos humanos y el orden democrático, o de rehusar su observación electoral, o de debilitar la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos, como han tratado Ecuador y Venezuela.

3. Por otro lado, el futuro Secretario deberá tener la capacidad de ejercer liderazgo administrativo para ajustar y redimensionar la burocracia interna de la organización a sus verdaderas prioridades, lo que implica resolver graves y urgentes problemas financieros internos y revalorar su capital humano (con frecuencia  menospreciado y mal utilizado),  cuyo compromiso con la organización se ha erosionado en los últimos años. Para ello tendrá que contar con asesores  y un jefe de Gabinete de alto nivel que maneje esos apremiantes asuntos así como la interacción  (tensas con frecuencia) con  los embajadores de los países en el Consejo Permanente de la OEA, cuyo consenso es necesario para el éxito de su gestión administrativa y diplomática.  Por otro lado, el nuevo Secretario debería comprometerse a ejercer sólo un período de los dos posibles y no debería tener aspiraciones políticas en su país,  como ha ocurrido en algunos casos.

En resumen, deberá ser un líder político/diplomático/administrativo con la capacidad de presentar una renovadora visión y misión de la OEA, enfocada en sus prioridades, y con la capacidad negociadora para generar el consenso, hoy esquivo,  que se requiere para hacerla realidad.  Para ello no se necesita ser un excanciller,  ex ministro o expresidente. El embajador Baena Soares de Brasil ha sido un muy exitoso Secretario General (1984-1994).

Todos los candidatos tienen méritos, pero ninguno es perfecto. Deberían exponer sobre la visión que tienen para la organización y cómo revitalizarla en un debate público en el Consejo Permanente y en otro televisado con alcance hemisférico; así, la opinión pública y los gobiernos que los votarán podrían  evaluarlos debidamente con los criterios aquí expuestos.



Diario ABC, Asunción, Paraguay
http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/intervencionismo-y-doble-moral-1353994.html
6 de Abril, 2015
Intervencionismo y doble moral
La Unasur recientemente rechazó el decreto del presidente Obama (9 de marzo, 2015) que declara a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y a su política exterior..,” por ser “una amenaza injerencista a la soberanía y al principio de no-intervención en los asuntos internos” venezolanos. Pero no condenan el intervencionismo que ejerce Venezuela y sus aliados en países latinoamericanos.
Para Obama, la amenaza a su país resulta de la violación de derechos humanos, los ataques a la prensa, las detenciones arbitrarias de opositores y la corrupción gubernamental en Venezuela, y por ello procede a prohibir visas y congelar bienes de los responsables –en su mayoría militares a cargo de servicios de seguridad e inteligencia–. Sin bien parece exagerada, la medida sirve para proceder legalmente contra actividades de narcotráfico y lavado de dinero que manejan esos individuos y otros cercanos al régimen chavista –la verdadera amenaza que el gobierno de Obama percibe y de la cual tiene derecho a protegerse–. Pero también alimenta el relato antinorteamericano de los presidentes Correa, Kirchner, Morales, Ortega y del propio Maduro que lo usa para tapar la crisis terminal de su país y para obtener superpoderes que le permiten coartar más libertades y derechos de los venezolanos.

Sin embargo, no parece injerencista expresarse en contra de las violaciones a los derechos humanos y sancionar a individuos transgresores en un continente donde la democracia y el respeto a los derechos humanos hoy día son valores comunes y supremos, cristalizados en la Carta Democrática Interamericana (CDIA) y en la Convención Americana de Derechos Humanos. Allí los Estados del hemisferio se han comprometido a su promoción y defensa colectiva. O sea, la “intervención” colectiva a favor de la democracia y los derechos humanos ha dejado de ser injerencia en los asuntos internos de un país americano. Pero si el multilateralismo falla, se abre la puerta al unilateralismo.
Por otra parte, lo que es “intervención” para unos es salvación para otros. Los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra el encarcelamiento ilegal de sus líderes, la inseguridad ciudadana, la escasez y la inflación piden la “intervención” internacional y la aplicación de la CDIA. Para ellos el verdadero intervencionismo proviene de los cubanos que “asesoran” (¿controlan?) los servicios de inteligencia, y de la “alianza chavista” (Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua) que defiende a Maduro y veta un debate público sobre la crisis venezolana.
Los aliados chavistas abusan del principio de no-intervención para proteger a gobiernos afines “progresistas” que, aunque electos democráticamente gobiernan autoritariamente, violentando las instituciones de la democracia republicana. Pero ignoran el principio e intervienen para defender esos gobiernos cuando la oposición a éstos resiste su autoritarismo. Por ejemplo, Chávez y Maduro apoyaron abiertamente al Presidente Zelaya en Honduras (2009) en su intento de cambiar ilegalmente la Constitución para reelegirse, y luego intervinieron en Paraguay (2012) para detener el juicio político contra el presidente Lugo, llegando al extremo de suspender al país, ilegalmente, de Mercosur y Unasur.
¿Y no es intervencionismo cuando Chávez se inmiscuyó en la crisis política de 2008 y las elecciones de 2009 en Bolivia a favor de Morales? O cuando envió dinero a Argentina para apoyar la campaña de Cristina Kirchner (2011). O cuando apoyó militar y logísticamente a la guerrilla colombiana. O cuando rompió relaciones con Panamá porque este país pretendió abrir un debate sobre la situación de Venezuela en la OEA (2014) ¿Y la injerencia de Lula en Bolivia y la de los Kirchner en Uruguay? Claro, el relato no-injerencista solo destaca la historia del intervencionismo norteamericano (innegable), pero ignora su propio intervencionismo y el de las guerrillas castro-comunistas de las décadas del 60 y 70 en varios países de las Américas.
Es hora de “aggiornarse” y de terminar con el anacronismo antiintervencionista aplicado sólo a Estados Unidos, y es tiempo de aceptar que es inevitable cierto “intervencionismo” de todos, porque vivimos en un hemisferio cada vez más interdependiente, donde la mayoría de los problemas-desafíos son inter-mésticos (parte domésticos y parte internacionales). Por ello es ingenuo pretender excluir a Estados Unidos o que se desentienda de lo que ocurre con sus vecinos, particularmente en caso de amenazas a la democracia y la seguridad continental.
Por otro lado, es también obsoleto e inútil usar el no-intervencionismo para encubrir las violaciones a los derechos humanos y a las instituciones democráticas perpetradas por gobiernos ideológicamente obtusos, incompetentes y corruptos.
Los derechos humanos y la democracia ya no son temas estrictamente domésticos. Son de interés hemisférico, nos debe preocupar a todos y nadie debe callar o ignorar sus violaciones.
 (*) Profesor de George Washington University



Rubén M. Perina, Ph.D.
Professorial Lecturer
Latin American and Hemispheric Program
Elliot School of International Affairs
George Washington University

  @rubenperina

Monday, March 30, 2015

Organismos internacionales y la crisis de Venezuela





Infolatam
Washington, 16 marzo 2015 
Por RUBEN M. PERINA
(Especial Infolatam).- Varios ex presidentes y personalidades de las Américas han expresado su preocupación por la crisis venezolana, así como su asombro por el silencio y/o la inacción de la comunidad democrática inter-americana, y en particular de sus organismos multilaterales que tienen por misión la defensa y promoción colectiva de la democracia, como UNASUR y la OEA. La oposición política al régimen chavista clama también la “intervención” de dichos organismos para mediar una solución política a la crisis.
No es para menos, el país se encuentra “al borde del abismo”: Reina en él una profunda polarización política, marcada por marchas, enfrentamientos y hasta muertes en las calles, por la persecución y el encarcelamiento de opositores (políticos, empresarios, estudiantes), la violación a los derechos humanos, el militarismo, la concentración y el abuso del poder y de los medios. El país sufre escasez de productos básicos y de alimentos, así como recesión, inflación desmedida (80%) y desempleo. En el régimen cunde la corrupción, el enriquecimiento ilícito, el lavado de dinero, el narcotráfico, la desidia y la incompetencia.
¿Porqué entonces los organismos internacionales no asumen su responsabilidad? Varias razones:
1) Los mismos no son supra-nacionales, sino inter-gubernamentales (OIGs); o sea, su accionar depende de la voluntad de sus miembros y del estado de las relaciones entre ellos. No son autónomos, no pueden actuar independientemente. Sus Secretarios General no tienen poder real: No pueden convocar una reunión de los cuerpos gobernantes sin que la mayoría de éstos apruebe la agenda y no pueden visitar un estado miembro sin el consentimiento de su gobierno.
2) Otra limitante es que cualquier intento de mediar requiere el consentimiento del gobierno involucrado.El régimen chavista no quiere un diálogo genuino con la oposición porque tendrá que ceder, terminar sus abusos y liberar a los políticos encarcelados. Su veto impide los buenos oficios o la intermediación que se requiere para resolver la crisis venezolana. Una reunión de UNASUR o de cualquier otro organismo regional sobre la crisis no tiene sentido sin la presencia de la oposición. Esta limitante también obstruyó la mediación de la OEA en Honduras y por falta de diálogo con la oposición se llegó al golpe de estado en 2009.
3) El continente se encuentra “ideológicamente” fragmentado entre países del ALBA, acompañados por Argentina y Brasil; países de la Alianza del Pacífico, países del NAFTA (Estados, Canadá y México), más las divisiones al interior de Centro América y del propio Caribe Inglés. Hoy día no existe el consenso y el compromiso con el ejercicio y la defensa colectiva de la democracia representativa como lo había en la década de los noventa.
Cuando no hay consenso y unidad entre sus miembros, los OIGs no funcionan. El diálogo que UNASUR supuestamente iba a promover y mediar en Venezuela en 2004 no prosperó porque no hubo consenso a su interior para lograr que Maduro acceda a un diálogo sincero y constructivo con la oposición. Tampoco hubo consenso para que se apoyase a Maduro incondicionalmente, como éste pretendía. El diálogo hoy no existe.
4) En la OEA, la fragmentación y la falta de consenso entre sus estados miembros no ha permitido siquiera un análisis colectivo de la situación en Venezuela como lo permite la Carta Democrática Inter-Americana. Nadie intenta convocar una reunión a tal efecto so pena de ser tildado injerencista y lacayo del imperialismo norteamericano, o ser objeto de una ruptura de relaciones, como ocurrió con Panamá en 2014.
Es más, la alianza chavista ha buscado marginar a la organización de los asuntos políticos de sus miembros, precisamente por la presencia de Estados Unidos y Canadá en su seno –lo que ha fragmentado y paralizado la organización en los últimos años. Por ello, el gobierno de Obama también ha “ignorado” la organización, y ha priorizado sus relaciones bilaterales y con grupos subregionales afines a su ideología (Tratados de Libre Comercio con varios países, la Alianza para la Prosperidad en Centro América). Inclusive, ante la imposibilidad de obtener un consenso en la OEA para tratar la crisis venezolana, ha elegido imponer unilateralmente sanciones contra del régimen chavista.
En resumen, sin autonomía ni consenso el multilateralismo no funciona y el unilateralismo reina. Si uno busca cambios en estos IGOs o su “intervención” en defensa de la democracia, mejor dirigirse a los propios gobiernos y cancillerías de los estados miembros. Ellos son los verdaderos responsables de la inoperancia y parálisis de los mismos.




NOTAS SOBRE INTERVENCIONISMO
2014


Las Ironías del Intervencionismo
Rubén M. Perina *


El presidente Maduro  no pudo evitar que la reunión del Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA) se realizase el pasado 6-7 de marzo, y hasta rompió relaciones con Panamá que tuvo el coraje de convocarla. Sus aliados, los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua,  Republica Dominicana más los del Caribe dependiente de la dádiva petrolera (“alianza chavista”) se habían opuesto a que se siquiera se analice la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana.  Se rechazaba el “intervencionismo” de la OEA alegándose que ésta era parte de una conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo.

El “intervencionismo” de la OEA que  pretendían Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos,  Perú,  Panamá,  Paraguay y otros,  consistía simplemente en que se analizara la situación venezolana y se permitiera una misión diplomática de “buenos oficios,” para darle seguimiento in situ a la crisis y al “dialogo” iniciado por Maduro, y eventualmente para facilitar las negociaciones  entre la oposición y el gobierno. En el marco de los propósitos de la OEA, su objetivo era contribuir al fortalecimiento de la democracia venezolana, más allá del apoyo a un gobierno electo.

Con las reformas en la Carta de la OEA (1985) y luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA) de 2001, los Estados Miembros se comprometierona promover y defender colectivamente la democracia representativa. Su  ejercicio se convirtió en  el valor principal del hemisferio, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos. Su vigencia se volvió del interés de todos los países, y cualquier  amenaza a ella, provenga de la sociedad o del gobierno, pasó a ser una amenaza contra todas las democracias. Así, actuar colectivamente a través de la OEA para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de la democracia dejó de ser  injerencia en los asuntos internos de un Estado Miembro.

Por otra parte,  lo que es “intervención” para unos es salvación para otros.  La “alianza chavista” invoca el principio de no-intervención para proteger a gobiernos electos (inclusive con fraude), aunque éstos violen los derechos humanos, las libertades públicas y la independencia de los poderes, apresen y torturen manifestantes y opositores,  y persigan la prensa independiente --con total impunidad.  Pero para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra la tiranía,  la escasez,  la inflación (54%),  la devaluación y la inseguridad,  la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades,  por eso piden  su presencia,  pronunciamiento y  la activación de la CDIA. Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los castristas que “asesoran”  los servicios de inteligencia del Estado, el registro civil y su política exterior, así como de la “alianza chavista” que defiende al gobierno de Maduro. No olvidar que en los setenta, el “intervencionismo” de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos de la OEA en Argentina salvó la vida de numerosos opositores al régimen militar y expuso al mundo su terrorismo de estado.

De todas maneras,  la alianza chavista logró  que la reunión del CP/OEA fuese a puertas cerradas y que se aprobase,  no por consenso como es usual,  una Declaración inocua que  no contempla el “intervencionismo” de la OEA y libera a Maduro de toda responsabilidad por la crisis política, la persecución de los medios, el encarcelamiento de la oposición,  la violencia y las muertes (más de 20).  En ella declara el “respeto al principio de no-intervención y el compromiso con la defensa de la institucionalidad democrática y del estado de derecho;” rechaza “toda forma de violencia e intolerancia, y hace un llamado a todos los sectores a la tranquilidad y al respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales..;” y respalda y alienta “las iniciativas...del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional.”

La Declaración refleja, en realidad,  un retroceso en el compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la democracia expresado en los 90, así como la falta de consenso para permitir que  la OEA cumpla su  mandato,  paralizándola, en efecto. Irónicamente, esto le demuestra a Maduro que la OEA no está dominada por el poder hegemónico del “imperio” ni sus “lacayos,”  y le permite,   irónicamente también,  clamar una “victoria latinoamericana” en un foro que descalificaba soezmente.

Marzo 2014









EL “Intervencionismo” de la OEA en Venezuela
Rubén M. Perina *


Los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela (“alianza chavista”) se opusieron a que el Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA) analice la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana,  tal como lo permite la Carta de la OEA y como lo propuso el gobierno de Panamá,  que tuvo  el coraje para hacerlo. 

Maduro no pudo evitar que la reunión del CP/OEA se realizase el pasado 6-7 de marzo, y hasta rompió relaciones con Panamá por convocarla; pero consiguió,  con  el apoyo de una mayoría de los Estados Miembros conformada por la “alianza chavista” y los países del Caribe  dependientes de su dádiva petrolera, que la reunión fuese a puertas cerradas y que se rechazase  el “intervencionismo” de la OEA. 

El gobierno venezolano había rechazado el “intervencionismo” de la OEA por ser parte de una supuesta conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo.  Además,  Maduro y sus aliados buscaron marginar  a la OEA porque sabían que en su seno, con la presencia de Canadá, Estados Unidos, México y Panamá,  no podrían conseguir consenso para absolver a su inepto y corrupto gobierno de toda responsabilidad por la crisis. 

El principio de la no-intervención, consagrado en 1948 en la Carta OEA,  fue un logro histórico, diplomático/jurídico de los países latinoamericanos contra el intervencionismo europeo del siglo XIX y del norteamericano en la primera mitad del siglo XX.  Pero ello no previno que en el marco de la Guerra Fría tanto Estados Unidos como  la alianza castro-chino-soviética, que pretendía imponer el comunismo en la región, interviniesen en varios países del hemisferio.

Con el colapso de la Unión Soviética (1989) y el triunfo de la democracia y de la economía de mercado sobre el totalitarismo comunista,  los estados  se comprometieron, con reformas en la Carta de la OEA  y luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA),  a promover y defender colectivamente la democracia representativa. Su  ejercicio se convirtió en  el valor principal del hemisferio, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos. Su vigencia se volvió del interés de todos los países, y cualquier  amenaza a ella, provenga de la sociedad o del gobierno, pasó a ser una amenaza contra todas las democracias. Así, actuar colectivamente a través de la OEA para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de la democracia dejó de ser  injerencia en los asuntos internos de un Estado Miembro.

Por otra parte,  lo que es “intervención” para unos es salvación para otros.  La “alianza chavista” invoca el principio de no-intervención para proteger a gobiernos electos (inclusive con fraude), aunque éstos violen los derechos humanos, las libertades públicas y la independencia de los poderes, apresen y torturen manifestantes y opositores,  y persigan la prensa independiente --con total impunidad.  Pero para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra la tiranía,  la escasez,  la inflación (54%),  la devaluación y la inseguridad,  la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades,  por eso piden  su presencia,  pronunciamiento y  la activación de la CDIA. Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los castristas que “asesoran”  los servicios de inteligencia del Estado, el registro civil y su política exterior, así como de la “alianza chavista” que defiende al gobierno de Maduro. No olvidar que en los setenta, el “intervencionismo” de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos de la OEA en Argentina salvó la vida de numerosos opositores al régimen militar y expuso al mundo su terrorismo de estado.

El “intervencionismo” de la OEA que  pretendían Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos,  Perú,  Panamá,  Paraguay y otros,  consistía simplemente en que se analizara la situación venezolana y se permitiera una misión diplomática de “buenos oficios,” para darle seguimiento a la crisis y al “dialogo” iniciado por Maduro, y eventualmente para facilitar las negociaciones  entre la oposición y el gobierno.  Pero el CP/OEA aprobó a puerta cerrada, y no por consenso, una Declaración inocua que libera a Maduro de toda responsabilidad por la crisis política, la persecución de los medios, el encarcelamiento de la oposición,  la violencia y las muertes (más de 20).  En ella declara el “respeto al principio de no-intervención y el compromiso con la defensa de la institucionalidad democrática y del estado de derecho;” rechaza “toda forma de violencia e intolerancia, y hace un llamado a todos los sectores a la tranquilidad y al respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales..;” y respalda y alienta “las iniciativas...del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional.”
La Declaración refleja, en realidad,  un retroceso en el compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la democracia expresado en los 90, así como la falta de consenso para permitir que  la OEA cumpla su  mandato,  paralizándola, en efecto. Irónicamente, esto le demuestra a Maduro que la OEA no está dominada por el poder hegemónico del “imperio” ni sus “lacayos,”  y le permite,   irónicamente también,  clamar una “victoria latinoamericana” en un foro que descalificaba soezmente.
Marzo 2014



* Profesor de la George Washington University
y






¿Intervencionismo en Venezuela?
Rubén M. Perina *


Los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela (“alianza chavista”) se han opuesto a que se analice en el Consejo Permanente de la OEA la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana,  tal como lo permite la Carta de la OEA y como lo propuso el gobierno de Panamá  --el único país con el coraje y la independencia para hacerlo. 

El gobierno venezolano rechaza,  apoyado por la “alianza chavista,”  el  “intervencionismo” de la OEA y  propone en cambio una reunión de UNASUR para tratar la supuesta conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo.   Maduro y sus aliados quieren marginar  a la OEA porque saben que en su seno, y con la presencia Canadá, Estados Unidos, México y Panamá,  no podrán conseguir consenso para que se absuelva de toda responsabilidad por la crisis a su inepto y corrupto gobierno.  Pero es dudoso que consigan ese consenso y respaldo para Maduro en UNASUR, ya que Chile, Colombia, Paraguay y Perú no se han inclinado a apoyarlo.

El concepto de la no-intervención fue consagrado en 1948 en la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) como uno de los principios  que regulan las relaciones entre los Estados del hemisferio. Ello fue un logro histórico, diplomático/jurídico de los países latinoamericanos. La  no-intervención, junto con la soberanía, la integridad territorial y la igualdad  jurídica de los Estados,  fue la bandera latinoamericana contra el intervencionismo europeo del siglo XIX y del norteamericano en la primera mitad del siglo XX.  No obstante, en el marco de la Guerra Fría, varios países  sufrieron  injerencias en sus asuntos,  tanto por parte de Estados Unidos como por la alianza castro-chino-soviética, que pretendía imponer el comunismo en la región.

Con el  fin de la Guerra Fría y el triunfo de la democracia y de la economía de mercado sobre el totalitarismo comunista,  los Estados se comprometieron, con reformas en la Carta de la OEA  y  luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA),  a promover y defender colectivamente la democracia representativa.  El ejercicio  de la democracia se convirtió en el valor principal de las relaciones interamericanas, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos.  La vigencia de la democracia pasó a ser del interés de todos los países del hemisferio. Su interrupción en alguno de sus miembros es una amenaza contra todas las democracias y es motivo de suspensión de la organización. También han  establecido que la paz y seguridad del hemisferio, requieren “el ejercicio efectivo de la democracia representativa.” Una suerte de seguridad democrática. Siguiendo el paso de la OEA, el MERCOSUR,  la UNASUR y la CELAC exhiben su propia “cláusula democrática.” Así,  actuar colectivamente para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de  las instituciones democráticas, a las que todos se comprometieron a respetar, dejó de ser  injerencia en los asuntos internos de un estado miembro.

Por otra parte,  lo que es “intervención” para unos es salvación para otros.  Los aliados chavistas usan  la no-intervención para proteger a gobiernos electos popularmente (inclusive con fraude), pero que gobiernan autoritariamente, violentando los derechos humanos y las libertades públicas,  la independencia de los poderes,  apresando y torturando manifestantes, opositores y persiguiendo la prensa independiente  --todo ello con  impunidad. Por otro lado,  para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que se oponen y protestan contra el autoritarismo gubernamental,  la escasez,  la inflación (54%),  la devaluación y la inseguridad,  la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades,  y por eso piden  su presencia y pronunciamiento contra los abusos y represión del gobierno,  incluyendo la activación de la CDIA.   Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los cubanos que “asesoran” (controlan?) los servicios de inteligencia del Estado y su política exterior, así como de los gobernantes de la “alianza chavista” que defienden al gobierno de Maduro y obstaculizan un debate  en la OEA sobre la situación en Venezuela.

La OEA merece críticas por su parálisis en casos que han ameritado su accionar, pero su inacción o acción depende del consenso o disenso existente en las relaciones interamericanas.  No obstante, sí tiene el acervo y el mandato institucional para analizar las amenazas a la democracia en sus miembros, provengan de la sociedad o del gobierno,  y tomar acciones colectivas que el consenso permita, sin que ello signifique intervencionismo.

Marzo 2014