Wednesday, June 13, 2018


07/04/2018 - 10:28
Clarin, Tribuna
Desafíos de la Cumbre de Lima
Rubén M. Perina

La reciente renuncia del presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski puso en dudas la realización de la Cumbre de presidentes en Lima el próximo (abril 13-14). Sin embargo, el nuevo presidente, Martín Vizcarra (ex vicepresidente primero), confirmó que ella se realizará tal como programado. La Cumbre de las Américas es importante no sólo porque que ofrece a los mandatarios demócratas del hemisferio la oportunidad para conocerse mejor e intercambiar ideas sobre los desafíos más relevantes que enfrentan individual y colectivamente, sino también porque en esta ocasión el tema a tratarse es “la gobernabilidad democrática frente a la corrupción.”
La corrupción, el cáncer de la democracia, no desconoce nadie y es causa de la crisis de gobernanza que atraviesan varios gobiernos de la región, revelando además la debilidad de las instituciones democráticas para combatirla y extirparla de la cultura política. Pero igual de importante en esa ocasión es que la cancillería peruana también ratificó que el presidente Maduro de Venezuela no está invitado y no entraría al Perú “por cielo ni por suelo.”
Esto en consonancia con la declaración del 13 de febrero del Grupo de Lima (los 14 países más importantes del hemisferio más Estados Unidos). Maduro insiste que irá y hasta se rumorea que llegará como parte de la delegación de Bolivia, lo que causaría una verdadera crisis diplomática de consecuencias impredecibles.No se puede más que aplaudir esa decisión peruana. Los dictadores no pertenecen en las Cumbres. Raúl Castro, el dictador cubano, tampoco debería ser invitado a participar. En la Cumbre de Quebec, Canadá, en 2001 los presidentes de ese entonces destacaron que “el mantenimiento y fortalecimiento del Estado de Derecho y el respeto estricto al sistema democrático son….un propósito y un compromiso compartido, así como una condición esencial de nuestra presencia en ésta y en futuras Cumbres. En consecuencia, cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático en un Estado del Hemisferio constituye un obstáculo insuperable para la participación del Gobierno de dicho Estado en el proceso de Cumbres...”
La Cumbre de Lima tiene además el atractivo de que contará con la presencia del enigmático y controvertido presidente norteamericano, Donald Trump. Sus pares podrán escuchar en directo qué tiene en mente este señor para las relaciones inter-americanas. Hasta ahora lo más saliente de su “política” hacia América Latina parece ser, por un lado, su obsesión por construir un muro en la frontera con Mexico para contener la entrada ilegal de inmigrantes “indeseables” del sur y el tráfico de drogas. Una insensatez en ambos casos. Aunque parece haberse dado cuenta finalmente de que Mexico no lo pagará como él prometió, ni el Congreso se lo financiará. Por otro lado, lo único rescatable de su errática política exterior, es su dura y punzante política de sanciones diplomáticas y financieras contra los personeros de la dictadura madurista, y su endurecimiento de las relaciones con la dictadura castrista.
Nadie se sorprenderá si en la Cumbre anuncia nuevas y más drásticas sanciones contra ambas dictaduras. El gran desafío de los mandatarios es culminar la Cumbre con un consenso o acuerdo mayoritario: 
1. Recomendando o instando a sus miembros la adopción de mecanismos nacionales/internacionales de lucha contra la corrupción como la exitosa Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG), implementada en Guatemala por Naciones Unidas, o como La Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad (MACCIH) de la OEA en Honduras. 
2. Ratificando su compromiso de Quebec de excluir de las Cumbres a gobiernos que no respetan el orden democrático/constitucional, ni los compromisos hemisféricos para el ejercicio y defensa de la democracia, como la Carta Democrática Inter-Americana.
3. Reiterando al régimen madurista, en consonancia con la declaración del Grupo de Lima y la resolución de la OEA (febrero 23), que se rechaza la alteración del orden democrático; que no se reconoce a la Asamblea Nacional Constituyente por inconstitucional; que no se acepta el adelanto de las elecciones presidenciales sin garantías suficientes; que se establezca un calendario electoral que garantice la realización de elecciones integras, con observación internacional; y que se advierte que de lo contrario no se reconocerá al nuevo gobierno. 
4. Y finalmente, ofreciendo la facilitación de un acuerdo entre el gobierno y la oposición que garantice la realización de elecciones íntegras y la posibilidad de que personeros del régimen puedan exiliarse en caso que pierdan las mismas; comprometiéndose, en su defecto, a adoptar mayores sanciones punitivas contra los personeros del régimen y el estado venezolano, y a autorizar inclusive, a través de la OEA, a sus miembros a tomar todas las medidas necesarias para restaurar la democracia -particularmente si se concluye que Venezuela se ha convertido en una amenaza real e inmediata para la seguridad y paz de sus vecinos y la región.
Rubén M. Perina es ex funcionario de OEA y catedrático de la George Washington University




09/05/2018 - 23:01
Debate

Ideas y organismos que terminaron desvirtuados:
UNASUR, un organismo inoperante y obsoleto





         UNASURLatinoamérica
La decisión de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú, el pasado 20 de abril, de suspender por tiempo indefinido su participación en UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) obedeció ostensiblemente a razones concretas y prácticas que han obstaculizado el funcionamiento del organismo. Aunque el trasfondo ideológico es innegable y relevante.

En primer lugar, el plan de trabajo propuesto por Argentina durante su presidencia pro-tempore (abril 2017-abril 2018) para articular con otros organismos regionales proyectos de integración física y energética, uno de los principales objetivos de UNASUR, nunca fue aprobado. Segundo, desde que terminó su mandato Ernesto Samper (2017), los estados miembros no han logrado consenso para nombrar un nuevo Secretario General. El candidato propuesto por Argentina, el embajador Octavio Bordón, fue vetado por Bolivia y Venezuela, pero tampoco se presentaron alternativas. La Secretaría General permanece acéfala, sin dirección política. En tercer lugar, la Secretaría se encuentra inoperante por enfrentamientos político/burocráticos internos entre facciones de funcionarios, involucrando al jefe de gabinete y directores de las diferentes áreas. Finalmente, no ha habido liderazgo ni consenso para la realización de las reuniones de los órganos colectivos de decisión: las bimestrales del Consejo de Delegados, las semestrales del Consejo de Cancilleres, ni las anuales de los Jefes de Estado.

En vista de esta parálisis político/diplomática y operativa, los Cancilleres del grupo de seis analizaron en Lima la situación y decidieron suspender su participación en el organismo y dejar de pagar sus cuotas hasta que su funcionamiento se normalice.
Pero sería ingenuo ignorar que detrás de esto hay un trasfondo político/ideológico que sustenta la decisión. Es indudable que en la gran mayoría de los estados-naciones de las Américas existe un sesgo ideológico a favor de la democracia representativa y liberal. La lucha por su vigencia y el respeto por los derechos humanos ha marcado la historia de nuestra naciones desde su independencia. La “clausula democrática” de UNASUR (2014), como la Carta Democrática Inter-Americana (2001) cristalizan el compromiso colectivo para la defensa y ejercicio de ese sistema de gobierno.

No es un secreto que en UNASUR Venezuela y Bolivia no adhieren con el mismo apego o entusiasmo a ese compromiso; Ecuador y Uruguay parecen estar en la “cerca” divisoria. Y recordemos que UNASUR fue una creación del ex presidente Chávez, así como del ALBA y la CELAC (ambos moribundos) para marginar a la OEA y a EE.UU. de los asuntos latinoamericanos, y arrogarse el liderazgo de la integración política y económica de la región, con miras a instalar el “socialismo del siglo XXI”, como Castro intentó con el comunismo en la década de los ‘60. La ilusión de Chávez, apoyado sino instigado por Lula y los Kirchners, era conformar un bloque independiente de creciente influencia en el concierto internacional.

La parálisis de UNSASUR resulta también de una clara división política/ideológica entre dos modelos políticos y económicos de desarrollo, comercio e integración regional: Uno autoritario, populista, demagógico y estatista; y el otro democrático y respetuoso del estado de derecho, y pro mercado y libre comercio. Esta tenaz grieta impide llegar a decisiones colectivas, que requieren de consenso y unanimidad, y ha paralizado al organismo para considerar, por ejemplo, la aplicación de la cláusula democrática, a raíz del colapso de la democracia y del estado derecho, la violación de los derechos humanos y la calamidad humanitaria en Venezuela.

O sea, UNASUR no sólo no funciona para facilitar la integración regional, tampoco sirve para defender la democracia y evitar su colapso en Venezuela, con todas sus posibles consecuencias para la paz y la seguridad regional. Chávez dijo una vez que UNASUR era necesaria porque la OEA era obsoleta y no servía para nada. Hoy, parece que es al revés. 

Rubén M. Perina es catedrático de la George Washington University y ex funcionario de la OEA.