Tuesday, January 26, 2021

 

 

https://www.clarin.com/opinion/unidos-democracia-dobla-rompe_0_7IG66If-T.html

publicado 1-18-21 y actualizado 1-26-2021

 

La democracia norteamericana no colapsó (se dobló, pero no se rompió)

Rubén M. Perina, Ph.D.

 

Las imágenes del asalto insurreccional al Congreso de Estados Unidos (el Capitolio) el 6 de enero pasado seguramente dio gran satisfacción al mundo autoritario y facho/populista. La horda golpista, incitada por el expresidente Trump y sus cómplices, buscaba impedir la certificación de la victoria electoral de Joe Biden. Para los enemigos de la democracia norteamericana, los dramáticos eventos demostraron su supuesta creciente debilidad y decaimiento, en contraste con la solidez y gobernanza efectiva que exhiben las autocracias pseudo-democráticas (aunque la de Putin ya se tambalea). Según ellos, EEUU ha dejado de ser el modelo de democracia y ha perdido autoridad para arrogarse el rol de promoverla y defenderla por el mundo. Mientras que los demócratas del mundo no dejaron de expresar su genuina consternación y asombro por lo ocurrido, después de todo Estados Unidos es el líder y la potencia indispensable para la sobrevivencia del mundo democrático liberal. 

 

La democracia estadounidense no colapsó, aunque se dobló sin romperse; sobrevivió el inaudito y traicionero ataque desde una de sus propias instituciones, su presidencia nada menos. Las autoridades electorales (inclusive del partido republicano), las cortes estatales y federales, la misma Corte Suprema con jueces nominados por Trump, y hasta legisladores republicanos resistieron las intimidaciones, presiones y denuncias de falso fraude del presidente y sus aliados para revertir los resultados electorales. Se rechazaron más de 60 impugnaciones judiciales. Incapaz de aceptar su derrota, por su narcisismo, Trump siguió insistiendo que le robaron la elección con un gigantesco fraude (la Gran Mentira) y buscó a cualquier costo prevenir la confirmación de Biden, en un vergonzoso intento sedicioso, inédito en la historia contemporánea del país.

 

Desde 2016, vía Twitter y Fox News, Trump ha sabido manipular un sector significativo pero minoritario de la población, mayormente blanco y de clase media, sin educación universitaria, que se siente marginado, ignorado, desconforme y amenazado por el creciente pluralismo racial, por el establishment y la meritocracia, por la automatización y la globalización. Trump explotó y acentuó esos sentimientos con su demagogia, mendacidad, desinformación y mensajes divisivos de miedo y odio, y convenció al sector que él representaba su voz y sus intereses, generando así una base electoral (trumpismo duro) radicalizada, extremista con tendencias populista, autoritaria, racista/supremacista, nacionalista, aislacionista y unilateralista, que lo sigue ciegamente. 

 

Después de las elecciones del 3 de noviembre convocó a sus fanáticos a Washington donde los incitó a impedir el acto formal de ratificación de la victoria de Biden en el seno del Congreso.  Miles de sus frenéticos seguidores llegaron a la capital y luego de su discurso destituyente convergieron en una turba que invadió el Capitolio, un suceso facilitado por el increíble lapso de seguridad en las fuerzas del orden (Mas de 100 vándalos ya se encuentran apresados y procesados). La incitación a la violencia y la arremetida al Congreso fue un acto de insurrección perpetrado por el propio presidente contra la democracia norteamericana, degradándola ante el mundo.  

 

 

 

 

La embestida contra el Capitolio sólo es atribuible a Trump y sus secuaces, que han manipulado maquiavélicamente a su electorado (74 millones vs 81 millones de Biden) con mentiras sobre un inexistente fraude, con una retórica incendiaria, de instigación a la insurrección violenta para revertir la elección, que inevitablemente terminó en el ataque sedicioso al templo de la democracia.  

 

Para su complot parlamentario, Trump contó con 120 representantes (de 538) y 6 senadores (de 100) republicanos cómplices, que objetaron los resultados electorales en Arizona, Pennsylvania y otros estados, en un vano esfuerzo de impedir la confirmación de Biden.  Luego de unas 6 horas de ocupación y vandalismo, se logró desalojar a la turba trumpista y el Congreso reanudó el proceso de confirmación. A las 4 de la mañana el mismo concluyó con las dos Cámaras rechazando las objeciones y ratificando la victoria de Biden. Una contundente derrota para Trump y sus desvergonzados aliados. La agresión contra el Capitolio y la democracia misma es sólo la última expresión de una presidencia bochornosa, la peor en la historia contemporánea de este país, cuyo ocupante ha sido inculpado (impeached), inéditamente, dos veces por la Cámara de Representante. 

Para frustración y disgusto de Trump y sus fanáticos, Biden asumió el 20 de enero.

 

Los autócratas del mundo no deben olvidar que el trumpismo en efecto sufrió un decisiva derrota en el voto popular y en el Colegio Electoral, no logró revertir el resultado electoral en las Cortes y perdió el control del Senado, con la extraordinaria victoria en el estado de Georgia de senadores del Partido Demócrata, un afro-americano (Raphael Warnock) y otro judío (Jon Ossoff), que le darán la mayoría parlamentaria en el Congreso. Además, por su fracasado intento de sedición, ha sido imputado (impeached) por la Cámara de Representantes y espera su juicio en el Senado (8 de febrero) que si lo encuentra culpable, también lo puede inhabilitar para futuras funciones políticas. 

 

Veremos si lo ocurrido fue un hecho aislado o un indicio de la presunta decadencia de la democracia norteamericana. Por eso, el  gran desafío de la administración Biden es restaurar la  fortaleza de la democracia norteamericana y  recuperar su prestigio, influencia y liderazgo en el mundo liberal. Para ello, tendrá que construir puentes y consensos para achicar la grieta que separa el electorado demócrata del trumpista, y tendrá que convencer a éstos de las bondades y promesas de la democracia estadounidense.  Nada nuevo, la democracia siempre es una tarea en progreso, es la práctica imperfecta de un modelo ideal de vida y gobierno que se persigue constantemente. 

 

 

 

 

 

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