Wednesday, June 13, 2018



09/05/2018 - 23:01
Debate

Ideas y organismos que terminaron desvirtuados:
UNASUR, un organismo inoperante y obsoleto





         UNASURLatinoamérica
La decisión de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú, el pasado 20 de abril, de suspender por tiempo indefinido su participación en UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) obedeció ostensiblemente a razones concretas y prácticas que han obstaculizado el funcionamiento del organismo. Aunque el trasfondo ideológico es innegable y relevante.

En primer lugar, el plan de trabajo propuesto por Argentina durante su presidencia pro-tempore (abril 2017-abril 2018) para articular con otros organismos regionales proyectos de integración física y energética, uno de los principales objetivos de UNASUR, nunca fue aprobado. Segundo, desde que terminó su mandato Ernesto Samper (2017), los estados miembros no han logrado consenso para nombrar un nuevo Secretario General. El candidato propuesto por Argentina, el embajador Octavio Bordón, fue vetado por Bolivia y Venezuela, pero tampoco se presentaron alternativas. La Secretaría General permanece acéfala, sin dirección política. En tercer lugar, la Secretaría se encuentra inoperante por enfrentamientos político/burocráticos internos entre facciones de funcionarios, involucrando al jefe de gabinete y directores de las diferentes áreas. Finalmente, no ha habido liderazgo ni consenso para la realización de las reuniones de los órganos colectivos de decisión: las bimestrales del Consejo de Delegados, las semestrales del Consejo de Cancilleres, ni las anuales de los Jefes de Estado.

En vista de esta parálisis político/diplomática y operativa, los Cancilleres del grupo de seis analizaron en Lima la situación y decidieron suspender su participación en el organismo y dejar de pagar sus cuotas hasta que su funcionamiento se normalice.
Pero sería ingenuo ignorar que detrás de esto hay un trasfondo político/ideológico que sustenta la decisión. Es indudable que en la gran mayoría de los estados-naciones de las Américas existe un sesgo ideológico a favor de la democracia representativa y liberal. La lucha por su vigencia y el respeto por los derechos humanos ha marcado la historia de nuestra naciones desde su independencia. La “clausula democrática” de UNASUR (2014), como la Carta Democrática Inter-Americana (2001) cristalizan el compromiso colectivo para la defensa y ejercicio de ese sistema de gobierno.

No es un secreto que en UNASUR Venezuela y Bolivia no adhieren con el mismo apego o entusiasmo a ese compromiso; Ecuador y Uruguay parecen estar en la “cerca” divisoria. Y recordemos que UNASUR fue una creación del ex presidente Chávez, así como del ALBA y la CELAC (ambos moribundos) para marginar a la OEA y a EE.UU. de los asuntos latinoamericanos, y arrogarse el liderazgo de la integración política y económica de la región, con miras a instalar el “socialismo del siglo XXI”, como Castro intentó con el comunismo en la década de los ‘60. La ilusión de Chávez, apoyado sino instigado por Lula y los Kirchners, era conformar un bloque independiente de creciente influencia en el concierto internacional.

La parálisis de UNSASUR resulta también de una clara división política/ideológica entre dos modelos políticos y económicos de desarrollo, comercio e integración regional: Uno autoritario, populista, demagógico y estatista; y el otro democrático y respetuoso del estado de derecho, y pro mercado y libre comercio. Esta tenaz grieta impide llegar a decisiones colectivas, que requieren de consenso y unanimidad, y ha paralizado al organismo para considerar, por ejemplo, la aplicación de la cláusula democrática, a raíz del colapso de la democracia y del estado derecho, la violación de los derechos humanos y la calamidad humanitaria en Venezuela.

O sea, UNASUR no sólo no funciona para facilitar la integración regional, tampoco sirve para defender la democracia y evitar su colapso en Venezuela, con todas sus posibles consecuencias para la paz y la seguridad regional. Chávez dijo una vez que UNASUR era necesaria porque la OEA era obsoleta y no servía para nada. Hoy, parece que es al revés. 

Rubén M. Perina es catedrático de la George Washington University y ex funcionario de la OEA.


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