Monday, October 7, 2013

OBAMA: PALOMA O HALCON?


OBAMA:  PALOMA O HALCON?


RUBEN M. PERINA, Ph.D. *

Un poco de ambos.  El presidente Obama prefiere la diplomacia a los ataques militares, el multilateralismo al intervencionismo unilateral para solucionar crisis humanitarias, la paz a la guerra, y no quiere a Estados Unidos en otro conflicto bélico con final incierto. 

Pero a la vez está condicionado por la noción generalizada en la clase y cultura política norteamericana de que Estados Unidos es la nación indispensable y excepcional, y de que, por ser potencia y líder mundial, tiene la responsabilidad moral de actuar cuando la comunidad internacional no lo hace en casos de crímenes contra la humanidad, así como la obligación de proteger sus aliados e intereses geopolíticos estratégicos  (Esta obsesión intervencionista la sufrió Centro América y el Caribe en el siglo XX). Pero además, Obama no puede parecer débil, indeciso o incompetente, ni parecer culpable de disminuir el poder estadounidense en la gobernanza global. Por eso aumentó las fuerzas militares en Afganistán,  persiguió y liquidó a Bin-Laden, intervino en Libia, y usa “drones” contra extremistas islámicos.  

Tamaño dilema. Su reluctante inclinación al uso de la fuerza contra el régimen sirio de Al-Assad,  por haber éste utilizado armas químicas contra civiles, se encontró inesperadamente con una considerable crítica y oposición en la opinión pública (más del 60% “cansado de guerras”). Se acopló a este sentimiento la clase política.  Paradójicamente, líderes del partido Republicano, tradicionales “halcones”, han objetado la idea del ataque por su supuesta falta de claridad en los objetivos, por puro  partidismo o por simple desdeño de Obama. Igualmente el pequeño pero influyente “Tea Party,” que tiene una postura no-intervencionista y aislacionista invariable. Por ello el presidente pidió autorización al Congreso para atacar.  Sólo una minoría de “halcones” en el Congreso (liderados por el Senador McCaine) y en centros de análisis conservadores apoyaban el ataque militar --aunque también  criticaban a Obama por la tardanza en hacerlo o por lo limitado que sería. Algunos líderes demócratas fieles al presidente también acompañaban el ataque militar.

Pero a Obama lo salvó una acuerdo/propuesta norteamericana/rusa, aceptada por Siria, que obliga al régimen a entregar y destruir sus armas químicas. La amenaza e inminencia del ataque tuvo su efecto.  El régimen ya entregó el inventario de armas químicas –que siempre negó las poseía—y la solución diplomática vía Naciones Unidas (ONU) y su Consejo de Seguridad está en camino. Pero su implementación será difícil y compleja mientras continúe la guerra civil/sectaria siria.

El acuerdo fue un alivio o “salva-vidas” para todos:  Los legisladores norteamericanos no tuvieron que votar en contra de la opinión pública ni del Comandante en Jefe. Obama no tuvo que ir contra su preferencia, y hasta puede argüir que su “estrategia’ logró que los rusos presionaran a Al-Assad a entregar sus armas químicas, y que el éxito se debió a la amenaza de una intervención militar.  Rusia no perdió  su principal aliado en la región ni su base naval en Siria. Al-Assad permanece en el poder, y si cumple con la obligación impuesta,  hasta podrá clamar victoria y seguir masacrando impunemente a civiles por otros medios.

Los claros perdedores han sido la oposición armada (el Ejército Libre Sirio), que se hubiese beneficiado del ataque norteamericano --aunque probablemente ahora recibirá mayor apoyo clandestino de la CIA. Y por supuesto la población vulnerable siria sometida a los sufrimientos y tragedia de la guerra interna, con sus 100 mil muertos desde marzo del 2011 y 2 millones de refugiados.  La región tampoco quedará libre de inestabilidad, inseguridad y violencia mientras continúe Al-Assad en el poder, lo que seguirá presentándole al guerrero renuente  el desafío del  dilema de intervenir o no. 



*Ph.D. Profesor en la Universidad de Georgetown.

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