La ONU y la Intervención Humanitaria (o Multilateralismo vs
Unilateralismo)
Perfil, Buenos Aires
Por Rubén M.
Perina | 14/09/2013 | 02:07
Igual que en Panamá, Kosovo, Libia, la
parálisis de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para resolver la crisis
siria da lugar a una posible acción militar unilateral de Estados Unidos. Cuando
falla el multilateralismo, el unilateralismo reina.
Ahora el régimen sirio de Bashar al Assad admite posesión de armas
bioquímicas, y es probable que las haya utilizado en agosto pasado, causando la
muerte de más de 1400 civiles incluyendo unos 400 niños. Videos de la masacre
son conmovedores. El hecho representa un crimen de lesa humanidad, violatorio
de normas internacionales sobre armas químicas de 1925 y 1993. Los inspectores
de la ONU seguramente confirmarán su uso, aunque no señalarán al responsable.
Ni tratados internacionales, ni la posible condena de la ONU por su
violación y/o por la responsabilidad colectiva de proteger a poblaciones
vulnerables (intervención humanitaria), ni la amenaza de un ataque militar
norteamericano disuadieron al gobierno sirio de usar dichas armas.
En el Consejo de Seguridad de la ONU, el veto de China y Rusia (principal
aliado sirio), ha impedido el consenso para condenar y sancionar al transgresor
y prevenir futuras masacres. Varios países, entre ellos sudamericanos, sí han
condenado un posible ataque militar norteamericano contra Siria, y han
demandado negociaciones y paz, pero sin destacar el genocidio perpetrado y sin
proponer una acción realista para evitar su recurrencia. La seguridad de la
población no parece preocupar tanto como el “intervencionismo” y la soberanía
del estado represor.
El gobierno estadounidense no tiene dudas
de que el responsable es el dictador sirio y aunque su presidente prefiere la
acción multilateral y no quiere otra guerra, la horrible situación siria lo ha
convertido en el “guerrero renuente.”
Varias exigencias inherentes a la
condición de líder y primera potencia mundial de Estados Unidos lo inclinan a
intervenir. Entre elllas, la necesidad de mantener la autoridad y credibilidad
de su presidencia y de su país en lo doméstico e internacional; la
responsabilidad moral y humanitaria que ha asumido unilateralmente (y
presumidamente); la obligación de cuidar sus intereses geo-políticos y
estratégicos en la región y los de sus aliados (Arabia Saudita, Israel,
Jordania y otros); la necesidad de debilitar al régimen sirio y facilitar la
victoria de la oposición, y de prevenir el uso futuro de armas químicas, así
como evitar que Irán se sienta envalentonada para lograr armas nucleares.
Sin embargo, su inclinación al uso de la
fuerza ha encontrado una considerable crítica y oposición en la opinión pública
(más del 60% ) y en la clase política, por diferentes y opuestas razones,
incluyendo la falta de claridad en los objetivos del ataque (¿limitado, o
destitutivo de Al Assad?). Por ello Obama ha solicitado la autorización del
Congreso pero no es seguro que lo conseguirá.
Afortunadamente, en los últimos días
surgió una propuesta norteamericana/rusa, aceptada por Siria, que la forzaría a
entregar y destruir su arsenal químico. La inminencia del ataque tuvo su
efecto. Es una solución diplomática indesperdiciable, y un alivio o “salvavida”
para todos. Nadie quiere la guerra. Pero su implementación via ONU será difícil
y compleja mientras continue la guerra civil y Al Assad se mantenga en el
poder. No hay garantías de que no siga masacrando a su población. Así, la
inestabilidad, inseguridad y violencia de la región probablmente empeoren.
La parálisis del multilateralismo para responder rápida
y contundentemente a la comisión de crímenes de lesa humanidad exige una
profunda reflexión para revitalizar el Consejo de Seguridad como instrumento
effectivo de una gobernanza global que garantice la paz y la seguridad
internacional, y prevenga el intevencionismo unilateral.
Un tema sería la
democratización de su sistema de decisiones: aumentando el número de sus
miembros permanentes, eliminado o relativizando su derecho al veto (que
inmoviliza a la ONU cuando se requiere intervención humanitaria), y permitiendo
una mayor participación de la Asamblea General en decisiones sobre crisis
humanitarias.
Translated by Joseph A. Pearson
The UN and humanitarian intervention
Ruben
M. Perina
As in
Panama, Kosovo, and Libya, the paralysis affecting the United Nations (UN) in
resolving the Syrian crisis gives way to possible unilateral military action by
the United States. When multilateralism fails, unilateralism reigns.
The
Bashar al Assad regime has now admitted to the possession of biochemical
weapons which it is likely to have used last August in the killing of more than 1,400 civilians, 400 of which were
children. Videos of the massacre are distressing. This event represents a crime
against humanity, in violation of international norms regarding chemical
weapons established in 1925 and 1993. While UN inspectors can surely confirm
the use of chemical weapons, they do not have the mandate to identify the
perpetrators.
Nothing
was able to discourage Syria from using these weapons. International treaties
were ignored. A possible UN condemnation for committing this violation or for
ignoring the collective responsibility to protect vulnerable populations
(humanitarian intervention) had no effect. Even the threat of a U.S. military
attack on the Syrian government did not deter its use of chemical weapons.
Within
the UN Security Council, the Chinese and Russian veto power (both principal
allies of Syria) has prevented the necessary to condemn the Syrian government,
punish those responsible, or even to prevent future massacres. Several
countries, including various South American ones, have denounced a possible
U.S. military strike against Syria, demanding negotiations and peace. However, they
have failed to highlight the genocide or propose realistic action to prevent
the recurrence of any such event. The safety of the population does not seem as
important as "non-interventionism"
and sovereignty of the repressor.
The
U.S. government is doubtless in its assertion that the Syrian dictator is
responsible and, although its president prefers multilateral action and does
not want another war, the horrible situation in Syria has made the U.S. a
“reluctant warrior.”
Because
of its status as a world power and leader, several of the inherent demands put
upon the U.S compel it to intervene: the need to maintain the authority and
credibility of the presidency and the country both domestically and
internationally; the assumed (and presumed) responsibility it has taken on for
global humanitarian and moral issues; the obligation to protect its
geo-political and strategic interests in the region, as well as those of its
allies (Saudi Arabia, Israel , Jordan and others ); the need to weaken the
Syrian regime and facilitate the opposition’s victory; the need to prevent the
future use of chemical weapons; and, finally, the desire to avoid the
emboldening of Iran in the development of nuclear weapons .
However,
the president’s inclination to use force, found considerable criticism and
opposition in public opinion (over 60 %) and in the political class for
different and opposing reasons, including the lack of clarity in the objectives
of the attack (limited or to remove Assad?). Thus, President Obama has asked for
congressional authorization, which is not sure he will obtain.
Fortunately,
a recent American/Russian proposal has emerged and been accepted by Syria. This proposal would
force Syria to surrender and destroy its chemical arsenal. The imminence of a
U.S. unilateral attack had its impact. Indispensable and diplomatic, this
proposed solution is a “lifesaver" for all as no one wants war. However,
the implementation of this proposal via the UN will be difficult and complex while
the Syrian civil war continues and Al Assad remains in power. There are no
guarantees that Syria will not continue to massacre its population. Thus,
instability, insecurity, and violence in the region will probably worsen.
Multilateralism’s
paralysis to respond quickly and decisively to crimes against humanity requires
deep reflection to revitalize the Security Council as an instrument of global
governance, one which would ensure international peace and security and prevent
unilateral intervention. One consideration would be the possible democratization
of the decision-making process: increasing the number of UN permanent members;
eliminating or relativizing the veto (which immobilizes the UN when
humanitarian intervention is required); and allowing greater participation by
the General Assembly in decision making on humanitarian crises.
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