Porqué Cuba no debe estar en la Cumbre
Rubén M. Perina, Ph.D.[1]
EL UNIVERSAL, Caracas Venezuela
Miércoles 11 de abril de 2012 12:00 AM
Si los Castro desean reintegrarse a las Cumbres de la OEA, bienvenidos, pero en democracia
Cuba no puede ni debe participar en la Cumbre de Jefes de Estado de las Américas (Cartagena, Colombia, el 14-15 de abril), porque no es una democracia, y porque sigue suspendida o auto excluida de la Organización de los Estados Americanos (OEA), inclusive a partir de 2009 cuando se levantó formalmente su suspensión.
Para los que no recuerdan la historia, Cuba fue suspendida de la OEA en la reunión de Cancilleres de 1962 (solicitada por Colombia con el apoyo de Perú), y sancionada con la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales en la reunión de 1964 (convocada a solicitud de Venezuela tras los intentos castristas de derrocar al gobierno venezolano de Rómulo Betancourt).
Cuba fue suspendida porque el marxismo-leninismo instalado por la fuerza en ese país se había convertido en una amenaza clara y directa para los países de la región --violando flagrantemente el principio de no-intervención en los asuntos internos de varios países. Por nada Fidel Castro y el Che Guevara anunciaron que la cordillera de los Andes sería la Sierra Maestra del continente, donde surgirán varias Vietnam. El intervencionismo cubano ocurrió en los años sesenta en Bolivia (en cuyas selvas muere el Che), Colombia, Perú, República Dominicana y Venezuela, y luego en los setenta y ochenta en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Grenada.
El castrismo apoyó la subversión y la insurrección rural y urbana para derrocar gobiernos, controlar el estado y transformar las sociedades. Para ello apuntaló a la guerrilla con armamento, capacitación, propaganda y logística, e infiltró movimientos campesinos, estudiantiles y trabajadores --todo en nombre de la revolución socialista, y en alianza con la Unión Soviética. Para peor, ello produjo una reacción anticomunista que se materializó en los gobiernos militares más represivos que soportaron Argentina, Brasil, Chile y Uruguay en los sesenta y setenta.
Sin embargo, tras el colapso de la Unión Soviética a fines de los ochenta, Cuba, ya sin el apoyo de su patrón ideológico, “abandona” su militancia intervencionista y recompone sus relaciones diplomáticas y comerciales con la gran mayoría de los países de la región.
Por ello, en la Asamblea General de la OEA de 2009, en Honduras, los estados miembros derogaron la decisión de 1962. Pero supeditaron su retorno a que éste sea en consonancia con “las prácticas, los propósitos y los principios de la OEA” y a solicitud del gobierno de Cuba. Si los hermanos Castro desean reintegrarse a las Cumbres de la OEA, bienvenidos, pero en democracia. Hasta ahora no han dado señales de que lo quieran hacer en esas condiciones.
La condición sine qua non de membrecía y participación en las actividades de la OEA y las Cumbres es ser un estado democrático. Así lo establecieron los jefes de estados miembros de la de la OEA en la primera Cumbre de 1994, donde además reiteraron su compromiso de ejercer, promover y defender la democracia representativa cuando ésta sea amenazada o interrumpida en cualquiera de sus miembros. Compromiso que ya se había adquirido con los cambios a la carta constitutiva de la OEA en 1984 y 1992, y con la famosa Resolución 1080, Democracia Representativa, de la Asamblea General de 1991.
Hoy día, la vigencia de la democracia y la observancia de los derechos humanos están consagrados como los más altos valores del sistema interamericano en la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA) aprobada 2001; y junto al no-intervencionismo y la igualdad jurídica de los estados, representan logros históricos de la política y la diplomacia latinoamericana en el sistema interamericano --no una imposición norteamericana. Desde su nacimiento las naciones latinoamericanas han aspirado a vivir en libertad y democracia. EEUU más bien, con frecuencia, resistió su cristalización en los tratados, convenciones e instituciones que dan contenido y regulan el sistema interamericano, incluyendo la misma OEA: su organismo central.
Correa, Chávez, Ortega y compañía, que dicen que la exclusión de Cuba es anacrónica, deberían saber que lo anacrónico, inmoral e indigno en el mundo de hoy es la dictadura castrista; y que lo apropiado sería su desmantelamiento y la liberación de la sociedad cubana de la opresión que hoy sufre. En todo caso, lo que sí es anacrónico también es el bloqueo norteamericano, no sólo porque es inefectivo sino porque la dictadura lo usa para justificar su sistema represivo.
Desconcierta también que gobiernos “progresistas” que quieren a Cuba en la Cumbre, desconocen o ignoran sus compromisos asumidos en la Carta Democrática, particularmente en el sentido que “los pueblos tienen el derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla” (Art. 1), como si el pueblo cubano no se mereciera ese derecho o como si su gobierno no fuese una dictadura. ¿Acaso no suspendieron de la OEA al gobierno de Honduras que derrocó al Presidente Zelaya? Sí, pero siguen tolerantes con el de Cuba.
La democracia implica la vigencia de instituciones, valores y prácticas (ver la Carta Democrática), como elecciones libres, justas y transparentes, pluralismo político, separación y equilibrio de poderes, libertad de asociación y expresión, observancia de los derechos humanos, respeto al estado de derecho, a las minorías y la oposición, entre otros. En la Cuba de hoy nada de esto está vigente; su sociedad vive oprimida por un gobierno represivo de más de 50 años. Por eso Cuba no puede ni debe ser invitada a la Cumbre de las Américas.
Washington, D.C. 8 de abril de 2012
[1] Argentino, profesor de las Universidades de Georgetown y George Washington, y ex funcionario de OEA.
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