Mala Imagen: Argentina en Washington
Por Rubén M. Perina, Ph.D.*
PERFIL, Buenos Aries, Argentina
Sábado 27 de octubre de 19112 | 11:20
La cátedra sobre Argentina en la Universidad de Georgetown, inaugurada por la presidenta Cristina Fernández, es una oportuna iniciativa. El país y su gobierno necesitan mejorar su imagen en Washington.
En los más importantes centros de estudios sobre América latina como el Wilson Center, el Diálogo Interamericano, la Brookings Institution, y las Universidades de Georgetown y George Washington, no se menciona a la Argentina como un modelo de desarrollo económico y democracia, como muchos argentinos creen que lo es, o como la Presidenta lo vende. Se lo señala como un país enigmático y contradictorio. Democrático electoralmente pero no gobernado con valores y prácticas democráticas, donde el poder está concentrado en la presidencia y en la capital. Con instituciones republicanas pero débiles y sometidas al Poder Ejecutivo.
Tampoco es halagador lo que se escucha de funcionarios del Banco Mundial, el FMI, el BID, el gobierno de Estados Unidos, o los comentaristas de CNN en español, o lo que se lee en influyentes periódicos como el Washington Post. La percepción generalizada es que su gobierno es poco transparente e intolerante y poco confiable con sus estadísticas sobre la inflación, déficit fiscal y cifras de desempleo; que intimida y discrimina a medios opositores y manipula los medios públicos para promover su políticas asistencialistas y clientelistas; que coarta la libertad de individuos para comprar moneda extranjera; que usa la agencia impositiva para perseguir a los que cuestionan sus políticas; que descalifica y agravia a los políticos, empresarios, periodistas o intelectuales que critican su actuación, y que muchos de sus funcionarios se han enriquecido inexplicablemente y son protegidos por jueces no independientes.
Circula también la impresión de que su gobierno es irrespetuoso de sus compromisos internacionales, que no paga sus deudas el BM y el FMI, con empresas y bonistas o con el Club de París; que pone trabas a las exportaciones e importaciones, dificulta la repatriación de ganancias, nacionaliza inversiones extranjeras y no ofrece seguridad jurídica para las inversiones extranjeras y las relaciones comerciales. Se destaca por ello la pésima ubicación argentina en los índices internacionales sobre libertad y competitividad económica. Muy similar a lo que se oye sobre la Venezuela de Chávez y lo contrario de lo que se escucha sobre Chile, México, Perú o Colombia.
Argentina no tiene muchos amigos en Washington. El año pasado, el Departamento del Tesoro vetó préstamos del BID y del BM para el país. Este año el influyente senador Lugar y el Washington Post, pidieron se excluyera al país del G20. El Departamento de Estado no tiene la menor intención de ayudar a Argentina en ni siquiera presionar a Gran Bretaña para que se siente a negociar sobre las Malvinas.
Lo anterior puede ser verdad o una distorsión de la realidad argentina, pero es lo prevaleciente en Washington, y se reflejó en las preguntas de los estudiantes de Georgetown (y luego de Harvard) después del discurso de la Presidenta. Su alocución, que anunció sería una comparación de la historia de ambos países, fue sólo una interpretación de la historia argentina que terminó con elogios para la gestión kirchnerista y el modelo argentino. Pero sorprendente fue su comentario que el general George Washington había ganado la Guerra de Secesión y su retorcida interpretación de ésta, así como su cuestionamiento de las cifras de la inflación estadounidense. Sus respuestas, sobradoras y defensivas, evadieron o no respondieron con altura las inconvenientes preguntas, y la Presidenta demostró, por ignorancia o conveniencia, no saber que el coronel Hugo Chávez había liderado el fracasado golpe de Estado contra el presidente Pérez en 1992, confundiendo el evento con el Caracazo de 1989. El asombro de los universitarios se notaba en sus caras y luego en sus comentarios (cuatro de ellos han sido mis estudiantes). Comienzo poco feliz de la cátedra.
La imagen de una Argentina contradictoria y descolocada, y distanciada de Washington (y de Europa), distorsionada o no, es bien conocida por diplomáticos y empresarios argentinos, y por eso han avanzado con la iniciativa de la cátedra. El proyecto merece aplauso y apoyo. Sus conferencias, seminarios, investigaciones, publicaciones, pueden ayudar a mejorar esa imagen en la capital norteamericana. Sin embargo, sus actividades no pueden ser un instrumento de propaganda nacionalista, sino en su conjunto un foro pluralista de intercambio y diálogo entre formadores de opinión de la academia, la política, el periodismo y el empresariado de ambos países. Su propósito debe ser la promoción de un mejor entendimiento de la realidad argentina en Estados Unidos, que además sirva como base para fortalecer las relaciones entre los pueblos y gobiernos de ambas naciones.
*Profesor de la Universidad de Georgetown y ex funcionario de OEA.
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