Diario ABC, Asunción, Paraguay
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6 de Abril, 2015
Intervencionismo y doble moral
La Unasur
recientemente rechazó el decreto del presidente Obama (9 de marzo, 2015) que
declara a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad
nacional y a su política exterior..,” por ser “una amenaza injerencista a la
soberanía y al principio de no-intervención en los asuntos internos”
venezolanos. Pero no condenan el intervencionismo que ejerce Venezuela y sus
aliados en países latinoamericanos.
Para
Obama, la amenaza a su país resulta de la violación de derechos humanos, los
ataques a la prensa, las detenciones arbitrarias de opositores y la corrupción
gubernamental en Venezuela, y por ello procede a prohibir visas y congelar
bienes de los responsables –en su mayoría militares a cargo de servicios de
seguridad e inteligencia–. Sin bien parece exagerada, la medida sirve para
proceder legalmente contra actividades de narcotráfico y lavado de dinero que
manejan esos individuos y otros cercanos al régimen chavista –la verdadera
amenaza que el gobierno de Obama percibe y de la cual tiene derecho a
protegerse–. Pero también alimenta el relato antinorteamericano de los
presidentes Correa, Kirchner, Morales, Ortega y del propio Maduro que lo usa
para tapar la crisis terminal de su país y para obtener superpoderes que le
permiten coartar más libertades y derechos de los venezolanos.
Sin embargo, no
parece injerencista expresarse en contra de las violaciones a los derechos
humanos y sancionar a individuos transgresores en un continente donde la
democracia y el respeto a los derechos humanos hoy día son valores comunes y
supremos, cristalizados en la Carta Democrática Interamericana (CDIA) y en la
Convención Americana de Derechos Humanos. Allí los Estados del hemisferio se
han comprometido a su promoción y defensa colectiva. O sea, la “intervención”
colectiva a favor de la democracia y los derechos humanos ha dejado de ser
injerencia en los asuntos internos de un país americano. Pero si el
multilateralismo falla, se abre la puerta al unilateralismo.
Por otra parte,
lo que es “intervención” para unos es salvación para otros. Los estudiantes,
ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra el encarcelamiento
ilegal de sus líderes, la inseguridad ciudadana, la escasez y la inflación
piden la “intervención” internacional y la aplicación de la CDIA. Para ellos el
verdadero intervencionismo proviene de los cubanos que “asesoran” (¿controlan?)
los servicios de inteligencia, y de la “alianza chavista” (Argentina, Brasil,
Bolivia, Ecuador, Nicaragua) que defiende a Maduro y veta un debate público
sobre la crisis venezolana.
Los aliados
chavistas abusan del principio de no-intervención para proteger a gobiernos
afines “progresistas” que, aunque electos democráticamente gobiernan
autoritariamente, violentando las instituciones de la democracia republicana.
Pero ignoran el principio e intervienen para defender esos gobiernos cuando la
oposición a éstos resiste su autoritarismo. Por ejemplo, Chávez y Maduro
apoyaron abiertamente al Presidente Zelaya en Honduras (2009) en su intento de
cambiar ilegalmente la Constitución para reelegirse, y luego intervinieron en
Paraguay (2012) para detener el juicio político contra el presidente Lugo,
llegando al extremo de suspender al país, ilegalmente, de Mercosur y Unasur.
¿Y no es
intervencionismo cuando Chávez se inmiscuyó en la crisis política de 2008 y las
elecciones de 2009 en Bolivia a favor de Morales? O cuando envió dinero a
Argentina para apoyar la campaña de Cristina Kirchner (2011). O cuando apoyó
militar y logísticamente a la guerrilla colombiana. O cuando rompió relaciones
con Panamá porque este país pretendió abrir un debate sobre la situación de
Venezuela en la OEA (2014) ¿Y la injerencia de Lula en Bolivia y la de los
Kirchner en Uruguay? Claro, el relato no-injerencista solo destaca la historia
del intervencionismo norteamericano (innegable), pero ignora su propio
intervencionismo y el de las guerrillas castro-comunistas de las décadas del 60
y 70 en varios países de las Américas.
Es hora de
“aggiornarse” y de terminar con el anacronismo antiintervencionista aplicado
sólo a Estados Unidos, y es tiempo de aceptar que es inevitable cierto
“intervencionismo” de todos, porque vivimos en un hemisferio cada vez más
interdependiente, donde la mayoría de los problemas-desafíos son inter-mésticos
(parte domésticos y parte internacionales). Por ello es ingenuo pretender
excluir a Estados Unidos o que se desentienda de lo que ocurre con sus vecinos,
particularmente en caso de amenazas a la democracia y la seguridad continental.
Por otro lado,
es también obsoleto e inútil usar el no-intervencionismo para encubrir las
violaciones a los derechos humanos y a las instituciones democráticas
perpetradas por gobiernos ideológicamente obtusos, incompetentes y corruptos.
Los derechos
humanos y la democracia ya no son temas estrictamente domésticos. Son de
interés hemisférico, nos debe preocupar a todos y nadie debe callar o ignorar
sus violaciones.
(*) Profesor de George Washington
University
Rubén M.
Perina, Ph.D.
Professorial
Lecturer
Latin
American and Hemispheric Program
Elliot School
of International Affairs
George
Washington University
@rubenperina
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