NOTAS SOBRE INTERVENCIONISMO
2014
Las Ironías del Intervencionismo
El presidente Maduro no pudo evitar que la reunión del Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA) se realizase el pasado 6-7 de marzo, y hasta rompió relaciones con Panamá que tuvo el coraje de convocarla. Sus aliados, los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Republica Dominicana más los del Caribe dependiente de la dádiva petrolera (“alianza chavista”) se habían opuesto a que se siquiera se analice la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana. Se rechazaba el “intervencionismo” de la OEA alegándose que ésta era parte de una conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo.
El “intervencionismo” de la OEA que pretendían Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos, Perú, Panamá, Paraguay y otros, consistía simplemente en que se analizara la situación venezolana y se permitiera una misión diplomática de “buenos oficios,” para darle seguimiento in situ a la crisis y al “dialogo” iniciado por Maduro, y eventualmente para facilitar las negociaciones entre la oposición y el gobierno. En el marco de los propósitos de la OEA, su objetivo era contribuir al fortalecimiento de la democracia venezolana, más allá del apoyo a un gobierno electo.
Con las reformas en la Carta de la OEA (1985) y luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA) de 2001, los Estados Miembros se comprometieron, a promover y defender colectivamente la democracia representativa. Su ejercicio se convirtió en el valor principal del hemisferio, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos. Su vigencia se volvió del interés de todos los países, y cualquier amenaza a ella, provenga de la sociedad o del gobierno, pasó a ser una amenaza contra todas las democracias. Así, actuar colectivamente a través de la OEA para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de la democracia dejó de ser injerencia en los asuntos internos de un Estado Miembro.
Por otra parte, lo que es “intervención” para unos es salvación para otros. La “alianza chavista” invoca el principio de no-intervención para proteger a gobiernos electos (inclusive con fraude), aunque éstos violen los derechos humanos, las libertades públicas y la independencia de los poderes, apresen y torturen manifestantes y opositores, y persigan la prensa independiente --con total impunidad. Pero para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra la tiranía, la escasez, la inflación (54%), la devaluación y la inseguridad, la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades, y por eso piden su presencia, pronunciamiento y la activación de la CDIA. Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los castristas que “asesoran” los servicios de inteligencia del Estado, el registro civil y su política exterior, así como de la “alianza chavista” que defiende al gobierno de Maduro. No olvidar que en los setenta, el “intervencionismo” de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos de la OEA en Argentina salvó la vida de numerosos opositores al régimen militar y expuso al mundo su terrorismo de estado.
De todas maneras, la alianza chavista logró que la reunión del CP/OEA fuese a puertas cerradas y que se aprobase, no por consenso como es usual, una Declaración inocua que no contempla el “intervencionismo” de la OEA y libera a Maduro de toda responsabilidad por la crisis política, la persecución de los medios, el encarcelamiento de la oposición, la violencia y las muertes (más de 20). En ella declara el “respeto al principio de no-intervención y el compromiso con la defensa de la institucionalidad democrática y del estado de derecho;” rechaza “toda forma de violencia e intolerancia, y hace un llamado a todos los sectores a la tranquilidad y al respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales..;” y respalda y alienta “las iniciativas...del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional.”
La Declaración refleja, en realidad, un retroceso en el compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la democracia expresado en los 90, así como la falta de consenso para permitir que la OEA cumpla su mandato, paralizándola, en efecto. Irónicamente, esto le demuestra a Maduro que la OEA no está dominada por el poder hegemónico del “imperio” ni sus “lacayos,” y le permite, irónicamente también, clamar una “victoria latinoamericana” en un foro que descalificaba soezmente.
Marzo 2014
EL “Intervencionismo” de la OEA en Venezuela
Los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela (“alianza chavista”) se opusieron a que el Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA) analice la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana, tal como lo permite la Carta de la OEA y como lo propuso el gobierno de Panamá, que tuvo el coraje para hacerlo.
Maduro no pudo evitar que la reunión del CP/OEA se realizase el pasado 6-7 de marzo, y hasta rompió relaciones con Panamá por convocarla; pero consiguió, con el apoyo de una mayoría de los Estados Miembros conformada por la “alianza chavista” y los países del Caribe dependientes de su dádiva petrolera, que la reunión fuese a puertas cerradas y que se rechazase el “intervencionismo” de la OEA.
El gobierno venezolano había rechazado el “intervencionismo” de la OEA por ser parte de una supuesta conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo. Además, Maduro y sus aliados buscaron marginar a la OEA porque sabían que en su seno, con la presencia de Canadá, Estados Unidos, México y Panamá, no podrían conseguir consenso para absolver a su inepto y corrupto gobierno de toda responsabilidad por la crisis.
El principio de la no-intervención, consagrado en 1948 en la Carta OEA, fue un logro histórico, diplomático/jurídico de los países latinoamericanos contra el intervencionismo europeo del siglo XIX y del norteamericano en la primera mitad del siglo XX. Pero ello no previno que en el marco de la Guerra Fría tanto Estados Unidos como la alianza castro-chino-soviética, que pretendía imponer el comunismo en la región, interviniesen en varios países del hemisferio.
Con el colapso de la Unión Soviética (1989) y el triunfo de la democracia y de la economía de mercado sobre el totalitarismo comunista, los estados se comprometieron, con reformas en la Carta de la OEA y luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA), a promover y defender colectivamente la democracia representativa. Su ejercicio se convirtió en el valor principal del hemisferio, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos. Su vigencia se volvió del interés de todos los países, y cualquier amenaza a ella, provenga de la sociedad o del gobierno, pasó a ser una amenaza contra todas las democracias. Así, actuar colectivamente a través de la OEA para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de la democracia dejó de ser injerencia en los asuntos internos de un Estado Miembro.
Por otra parte, lo que es “intervención” para unos es salvación para otros. La “alianza chavista” invoca el principio de no-intervención para proteger a gobiernos electos (inclusive con fraude), aunque éstos violen los derechos humanos, las libertades públicas y la independencia de los poderes, apresen y torturen manifestantes y opositores, y persigan la prensa independiente --con total impunidad. Pero para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que protestan contra la tiranía, la escasez, la inflación (54%), la devaluación y la inseguridad, la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades, y por eso piden su presencia, pronunciamiento y la activación de la CDIA. Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los castristas que “asesoran” los servicios de inteligencia del Estado, el registro civil y su política exterior, así como de la “alianza chavista” que defiende al gobierno de Maduro. No olvidar que en los setenta, el “intervencionismo” de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos de la OEA en Argentina salvó la vida de numerosos opositores al régimen militar y expuso al mundo su terrorismo de estado.
El “intervencionismo” de la OEA que pretendían Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos, Perú, Panamá, Paraguay y otros, consistía simplemente en que se analizara la situación venezolana y se permitiera una misión diplomática de “buenos oficios,” para darle seguimiento a la crisis y al “dialogo” iniciado por Maduro, y eventualmente para facilitar las negociaciones entre la oposición y el gobierno. Pero el CP/OEA aprobó a puerta cerrada, y no por consenso, una Declaración inocua que libera a Maduro de toda responsabilidad por la crisis política, la persecución de los medios, el encarcelamiento de la oposición, la violencia y las muertes (más de 20). En ella declara el “respeto al principio de no-intervención y el compromiso con la defensa de la institucionalidad democrática y del estado de derecho;” rechaza “toda forma de violencia e intolerancia, y hace un llamado a todos los sectores a la tranquilidad y al respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales..;” y respalda y alienta “las iniciativas...del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional.”
La Declaración refleja, en realidad, un retroceso en el compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la democracia expresado en los 90, así como la falta de consenso para permitir que la OEA cumpla su mandato, paralizándola, en efecto. Irónicamente, esto le demuestra a Maduro que la OEA no está dominada por el poder hegemónico del “imperio” ni sus “lacayos,” y le permite, irónicamente también, clamar una “victoria latinoamericana” en un foro que descalificaba soezmente.
Marzo 2014
¿Intervencionismo en Venezuela?
Los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela (“alianza chavista”) se han opuesto a que se analice en el Consejo Permanente de la OEA la posibilidad de convocar una reunión de Consulta de Cancilleres del hemisferio para examinar la crisis que sacude a la democracia venezolana, tal como lo permite la Carta de la OEA y como lo propuso el gobierno de Panamá --el único país con el coraje y la independencia para hacerlo.
El gobierno venezolano rechaza, apoyado por la “alianza chavista,” el “intervencionismo” de la OEA y propone en cambio una reunión de UNASUR para tratar la supuesta conspiración del “imperio” y sus lacayos internos para derrocarlo. Maduro y sus aliados quieren marginar a la OEA porque saben que en su seno, y con la presencia Canadá, Estados Unidos, México y Panamá, no podrán conseguir consenso para que se absuelva de toda responsabilidad por la crisis a su inepto y corrupto gobierno. Pero es dudoso que consigan ese consenso y respaldo para Maduro en UNASUR, ya que Chile, Colombia, Paraguay y Perú no se han inclinado a apoyarlo.
El concepto de la no-intervención fue consagrado en 1948 en la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) como uno de los principios que regulan las relaciones entre los Estados del hemisferio. Ello fue un logro histórico, diplomático/jurídico de los países latinoamericanos. La no-intervención, junto con la soberanía, la integridad territorial y la igualdad jurídica de los Estados, fue la bandera latinoamericana contra el intervencionismo europeo del siglo XIX y del norteamericano en la primera mitad del siglo XX. No obstante, en el marco de la Guerra Fría, varios países sufrieron injerencias en sus asuntos, tanto por parte de Estados Unidos como por la alianza castro-chino-soviética, que pretendía imponer el comunismo en la región.
Con el fin de la Guerra Fría y el triunfo de la democracia y de la economía de mercado sobre el totalitarismo comunista, los Estados se comprometieron, con reformas en la Carta de la OEA y luego con la Carta Democrática Inter-Americana (CDIA), a promover y defender colectivamente la democracia representativa. El ejercicio de la democracia se convirtió en el valor principal de las relaciones interamericanas, así como en un derecho de los pueblos y una obligación de los gobiernos. La vigencia de la democracia pasó a ser del interés de todos los países del hemisferio. Su interrupción en alguno de sus miembros es una amenaza contra todas las democracias y es motivo de suspensión de la organización. También han establecido que la paz y seguridad del hemisferio, requieren “el ejercicio efectivo de la democracia representativa.” Una suerte de seguridad democrática. Siguiendo el paso de la OEA, el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC exhiben su propia “cláusula democrática.” Así, actuar colectivamente para proteger los derechos humanos y garantizar la vigencia de las instituciones democráticas, a las que todos se comprometieron a respetar, dejó de ser injerencia en los asuntos internos de un estado miembro.
Por otra parte, lo que es “intervención” para unos es salvación para otros. Los aliados chavistas usan la no-intervención para proteger a gobiernos electos popularmente (inclusive con fraude), pero que gobiernan autoritariamente, violentando los derechos humanos y las libertades públicas, la independencia de los poderes, apresando y torturando manifestantes, opositores y persiguiendo la prensa independiente --todo ello con impunidad. Por otro lado, para los estudiantes, ciudadanos y políticos venezolanos que se oponen y protestan contra el autoritarismo gubernamental, la escasez, la inflación (54%), la devaluación y la inseguridad, la “intervención” de la comunidad internacional representa la protección de sus derechos y libertades, y por eso piden su presencia y pronunciamiento contra los abusos y represión del gobierno, incluyendo la activación de la CDIA. Para ellos el verdadero “intervencionismo” proviene de los cubanos que “asesoran” (controlan?) los servicios de inteligencia del Estado y su política exterior, así como de los gobernantes de la “alianza chavista” que defienden al gobierno de Maduro y obstaculizan un debate en la OEA sobre la situación en Venezuela.
La OEA merece críticas por su parálisis en casos que han ameritado su accionar, pero su inacción o acción depende del consenso o disenso existente en las relaciones interamericanas. No obstante, sí tiene el acervo y el mandato institucional para analizar las amenazas a la democracia en sus miembros, provengan de la sociedad o del gobierno, y tomar acciones colectivas que el consenso permita, sin que ello signifique intervencionismo.
Marzo 2014
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