Hemisferio Fragmentado
A pesar del
compromiso inter-americano con la promoción y defensa colectiva de la
democracia a través de la
Carta de la OEA (1985) y su Carta Democrática Inter-Americana (CDIA) de
2001, el gobierno de Venezuela, con el
apoyo de los de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Republica
Dominicana, y los del Caribe dependiente de la dádiva petrolera (“alianza
chavista”), se opuso a la realización de la reciente reunión del
Consejo Permanente de la OEA (CP/OEA, 6-7 de Marzo) sobre la crisis política en
Venezuela. Maduro rechazó el
“intervencionismo” de la OEA, alegando que es un instrumento de dominación del
“imperio” y de la conspiración de sus lacayos internos para derrocarlo, y rompió relaciones con Panamá por convocarla.
Aunque no pudo detenerla, la alianza logró
que la reunión fuese a puertas
cerradas y que aprobase, sin unanimidad, una declaración inocua que no contempla el “intervencionismo” de la OEA y libera a
Maduro de toda responsabilidad por la crisis política en su país.
La reunión dejó varias lecciones sobre la
realidad de las relaciones inter-americanas y los límites de un organismo
inter-gubernamental como la OEA:
¿ Qué hegemonía de Estados
Unidos? La reunión mostró una vez
más que la OEA no está dominada por el poder ”hegemónico” del “imperio” ni sus
“lacayos” que la “alianza chavista” argüía para no permitir el tratamiento de
la crisis venezolana en la OEA. Lo cierto es que el gobierno de Estados Unidos
desde hace tiempo no ejerce su peso ni influencia en la OEA ni en América
Latina en lo que respecta al tema de la
democracia, ya sea por desidia,
indiferencia, incapacidad de sus diplomáticos, o por preocupación en otras
regiones (Medio Oriente, Afganistán, Ucrania). Su diplomacia ni siquiera pudo
convencer a los países del Caribe que la reunión sea abierta o que la
declaración inste a Venezuela a aceptar una misión de “buenos oficios” de la
OEA para observar y posiblemente facilitar el diálogo entre la oposición y el gobierno.
Esta “ausencia” o inefectividad es frecuentemente criticada por sectores
“latinoamericanistas” y del partido republicano que empujan una política
latinoamericana más activa y
visible de promoción y defensa de la
democracia.
Mercantilismo mata democracia. El chavismo ha utilizado su enorme riqueza
petrolera para construir una alianza mercantilista y anti-norteamericana que lo
protege del “intervencionismo del
imperio”, y/o de cualquier crítica por fraude electoral, control de todos los
poderes, persecución a los medios, encarcelamiento de opositores políticos y
estudiantiles, violencia y muertes ocurridas (más de 20). A la “alianza
chavista” no le molesta la injerencia castrista en los asuntos venezolanos, ni el
intervencionismo chavista y sus petrodólares a favor de sus aliados políticos
internos. Tampoco le perturba el chantaje que ejerce para conseguir el voto del Caribe dependiente, so pena de perder los
beneficios de la dádiva petrolera. También ignora los insultos y descalificaciones
groseras que el chavismo profiere a gritos contra los opositores internos y
externos, o la descarada y abierta injerencia de Maduro en Paraguay. Lo que sí le interesa a la “alianza” es el petróleo
regalado, y los dólares para las campañas electorales y la compra de sus
exportaciones (Venezuela importa el 80% de lo que consume).
Fin del consenso. La reunión mostró un retroceso en el consenso y
compromiso inter-americano para la promoción
y defensa colectiva de la democracia a través de la OEA que existía por lo
menos hasta la firma de la CDIA. Más bien, la alianza chavista busca marginar a
la OEA y por ende a Estados Unidos y Canadá de cualquier participación en ese
tema y por ello han impulsado la creación de UNASUR y la CELAC. Aunque estos organismos tampoco garantizan
unidad monolítica, excepto en la condena de un golpe de estado y la exclusión
de un gobierno golpista. El retroceso resulta de la división “ideológica” que
se avizora en el continente, a grandes rasgos, entre la “alianza chavista” y la
“alianza” del Pacífico (Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú, Estados Unidos y Canadá). La idea de una América unida por la
democracia y el comercio hoy parece anacrónica o inalcanzable.
Los
límites de la OEA. El efecto inmediato de la fragmentación continental es la parálisis de
la institución. Su accionar refleja y depende del estado de las relaciones
inter-americanas. Sin consenso pierde efectividad. Por otro lado, la OEA, como
otros organismos inter-gubernamentales, es un club de los poderes ejecutivos y
sus cancillerías. Por ello, durante una crisis
de gobernanza democrática, que con frecuencia resulta de conflictos
inter-institucionales o entre sectores opositores de la sociedad y el
gobierno, los únicos que tienen derecho
a voz y voto en una reunión del organismo son precisamente los representantes
de los poderes ejecutivos, sin importar que éstos sean los que violan sus
propias constituciones, los derechos humanos, el estado de derecho o las más
fundamentales libertades. La “oposición” no tiene voz ni voto. Esta falta de
democracia interna hoy ya es una anacronismo, particularmente cuando todos los
Estados miembros son democracia. Ello
restringe su capacidad de actuar como foro o ente neutral para facilitar el
diálogo y contribuir a la gobernanza democrática. Ambas realidades marcan los límites de la organización.
Marzo,
2014
GANADORES y PERDEDORES EN LA OEA
Una vez más la reunión del Consejo Permanente de la OEA, del pasado Viernes 18, evidenció lo dividido que está el continente y cómo ello paraliza a la organización y la margina como instrumento inter-americano para promover y defender colectivamente la democracia en sus estados miembros. Una mayoría (22) de los representantes de los 34 países votó, primero, para que la reunión sea cerrada al público y la prensa. Esa mayoría o “alianza chavista” fue liderada por Venezuela, con el apoyo de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, El Salvador, Haití, Nicaragua, Republica Dominicana, y de los 14 mini-estados del Caribe (los lacayos del petróleo venezolano, excepto Barbados).
Luego, en privado, se le sumaron, inexplicablemente, Chile, Colombia, Paraguay y otros para eliminar de la agenda una presentación, a pedido de Panamá, de la diputada venezolana opositora, María Corina Machado, sobre la crisis democrática por la que atraviesa su país. Canadá, Estados Unidos, México, Panamá y Perú no pudieron evitar la censura o el abuso de la mayoría. Irónicamente, el voto (y el petróleo) mató la transparencia y la libertad de expresión. Esta triste realidad recuerda la frustración de los demócratas y defensores de los derechos humanos del hemisferio en la década de los 70, cuando las dictaduras militares del continente rechazaban como intervencionismo cualquier intento en la OEA de siquiera hablar sobre esos temas.
La reunión también dejó claro ganadores y perdedores:
Una resonante victoria política y diplomática le correspondió a la diputada Machado que, aunque no le permitieron exponer formalmente, pudo transmitir al mundo en rueda de prensa su angustia y preocupación por la persecución y represión política que sufren los que se oponen al gobierno y protestan en las calles por la escasez, la inseguridad, la inflación, la impunidad, la corrupción y la injerencia castrista. Y pudo exhortar públicamente a las democracias americanas a involucrarse en Venezuela para observar y frenar la alteración del orden democrático perpetuado por el régimen chavista, tal como se comprometieron en la CDIA. Les recordó que la democracia es mucho más que elecciones, que un gobierno electo debe por lo menos respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales, y que la vigencia y defensa de la democracia en su totalidad es responsabilidad de todos. Por el “atrevimiento” Maduro rompió relaciones con Panamá e inició un proceso inconstitucional para quitarle la inmunidad parlamentaria a la diputada y someterla a juicio en cortes totalmente chavistas. Le esperan momentos difíciles a esta mujer cooo...rajuda.
Hubo varios perdedores. Prima facie pareciera que la “alianza chavista” obtuvo una victoria al no permitir una reunión abierta ni la presentación de la diputada. Pero fue una victoria pírrica, porque con ella se devaluaron principios, instituciones, valores y prácticas democráticas como la transparencia, la libertad de expresión, la tolerancia, la separación de poderes, e inclusive el diálogo --todos ellos consagrados en la OEA y en su Carta Democrática Inter-Americana (CDIA). Maduro y sus aliados llaman al diálogo pero no quieren escuchar la voz de la oposición, la otra parte del supuesto dialogo --y esto en un foro multilateral compuesto por supuestas democracias. Con ello también se erosionó el régimen democrático inter-americano que esos mismos países ayudaron a construir a principios de los noventa. Y ni hablar de la imagen negativa que sus miembros generaron entre los demócratas del hemisferio.
La OEA también quedó otra vez muy mal parada. La división continental y la victoria pírrica y perversa de la alianza chavista en efecto la paralizó y marginó de cualquier protagonismo que podría tener para contribuir a resolver la crisis venezolana. Quedó así descartada la posibilidad de enviar una misión diplomática de “buenos oficios” para observar el “dialogo” convocado por Maduro y facilitar su avance, si fuese acordado por las partes. Los otros perdedores fueron Estados Unidos y Canadá, que quedaron excluidos de participar por la vía multilateral en una posible solución a la crisis venezolana. Extrañamente, ninguno de estos poderosos estados pudo siquiera convencer a los caribeños de votar a favor de una reunión pública, y menos todavía que se permitiera la exposición de la diputada Machado.
Lo ocurrido por otra parte levanta dudas sobre la efectividad que tendría la UNASUR, cuya intervención sí acepta la alianza chavista, para contribuir al diálogo y a una solución democrática y legitima en Venezuela. Por lo visto en la OEA ese organismo subregional llegará a Venezuela ya sea sesgado por una mayoría a favor del chavismo o dividida e incapaz de actuar a favor de la democracia venezolana, otra perdedora por ahora.
Marzo 2014
* Profesor de Georgetown
University y ex funcionario de OEA.
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